Juan Alberto Vargas y Teodulfa Gricelda Medina
Podría decirse que un hecho trascendente en el surgimiento del movimiento humanista, fue cuando Maslow (1991, 1994) se convenció de que la investigación y la teoría de su tiempo se focalizaban excesivamente en sujetos que asistían al psicólogo por razones patológicas. La imagen de la naturaleza humana, trazada por los estudios de estos pacientes, era pesimista y distorsionada. Maslow, intentando remediar esta situación, comenzó a estudiar lo que él consideraba un ejemplo de persona sana, denominándolas personas autorrealizadas, dado que tienen una alta necesidad de realizar un trabajo importante, responsable, creativo, honrado y justo. Personas con madurez, capaces de encarar disgustos, frustraciones, incomodidades y derrotas, sin quejas ni abatimiento. Personas capaces de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.
Es a partir de ello que consolida una de sus principales aportaciones en el mundo de la psicología: “La teoría de la motivación humana”, donde propone que la naturaleza humana es un continuum logro de necesidades internas, iniciándose con necesidades fisiológicas básicas y progresando hasta las meta–necesidades, como las que están presentes en la gente autorrealizada. Estas personas han satisfecho las necesidades inferiores y buscan alcanzar las superiores, con lo que son capaces de llegar a ser todo lo que potencialmente sería posible.
A mediados de los años 40’s, la psicología humanista surgió como respuesta al descontento de lo que proponían las corrientes teóricas de mayor predominancia en ese momento: el Psicoanálisis (1ª. Fuerza), una “psicología de profundidades” a partir de los estudios del inconsciente, que tenía una visión de la naturaleza humana como patológica, mientras que el Conductismo (2ª. Fuerza), tuvo su base en el concepto de la psicología como una ciencia exacta ¾en el observar, medir, y controlar conductas¾, planteando una naturaleza “mecanicista” del ser humano (Engler, 1999)
Maslow, insatisfecho con el dominio de la primera y segunda fuerzas, convoca a todos aquellos psicólogos que estuvieran en desacuerdo con tales propuestas teóricas, y es en el verano de 1963 cuando se da el Primer Encuentro y Fundación de la Association for Humanistic Psychology (AHP). Sin embargo, el acontecimiento que se considera como el momento de la constitución de la tercera fuerza de la Psicología, es la Conferencia de Saybrook, en noviembre de 1964, a la cual asisten Allport y Rogers, pronunciando públicamente su apoyo a la psicología humanista. Además estarían presentes Abraham Maslow, Rollo May, James Bugental, Charlotte Buhler, George Kelly, Gardner Murphy y Henry Murray, entre otros importantes personajes de la época (Castanedo, 2002).
La Tercera Fuerza surgió dando énfasis a áreas que habían sido descuidadas por las corrientes anteriores, como son los factores existenciales humanistas. Especialmente se consideró que las dos primeras fuerzas se limitaban a estudios de psicopatología (las obras completas de Freud contienen más de 400 referencias sobre neurosis y ninguna sobre salud), generalizando de sistemas simples a sistemas más complejos e ignorando áreas relevantes al estudio global del ser humano (Castanedo, 2002).
Al inicio, la AHP la constituyó un grupo de protesta contra el conductismo y el psicoanálisis, defendiendo simplemente la introducción de los valores humanistas en los principios de la psicología. Sin embargo, la membresía creció de 100 miembros en 1963 a 500 en 1966 y se elaboraron políticas más precisas dirigidas a métodos de la psicología humanista. Charlotte Buhler, elegida presidente en 1965, retoma el reto de confrontar la gran confusión que existía en aquellos tiempos, relacionada con los métodos objetivos de la psicología humanista.
Cuatro años más tarde, la AHP no era más un grupo de protesta sino una “tercera fuerza” de la psicología, firmemente establecida, con una identidad propia. (Castanedo, 2002). La propuesta de la Tercera fuerza ha sido, desde entonces, abarcar las relaciones y posibilidades del hombre, captar la totalidad de las potencialidades positivas del ser humano y alcanzar la plena realización de las mismas. Otorga prioridad a la experiencia humana y a los valores, propósitos y significados, mientras promueve el crecimiento personal y el cambio. A esta nueva propuesta se le identificaron tres enfoques distintos: Teorías del Yo, Existencialismo y Fenomenología. El Self se convirtió en un agente activo implicado en resolver conflictos existenciales con el fin de sobrevivir y crecer óptimamente. Hoy en día forman parte de la psicología humanista las siguientes corrientes psicológicas, de procedencia muy diferente (la lista no exhaustiva):
Terapia Gestalt (Fritz y Laura Perls)
Enfoque Centrado en la Persona (Carl Rogers)
Neuropsicología Gestáltica (Kurt Goldstein)
Bioenergética (Alexander Lowen)
Grupos de Encuentro (William Schutz)
Psicosíntesis (Roberto Assagioli)
Logoterapia (Víctor Frankl)
Análisis Transaccional (Eric Berne)
Enfoque existencial (Rollo May)
Psicodrama (Moreno)
Enfoque Experiencial (Eugene Gendlin y Mahrer)
Desarrollo del Potencial Humano (J. Lafarga, J. Gómez del Campo)
Psicología transpersonal (Wilber, Grof, Tart)
Maslow (1998, p. 65) dice: “Considero esta corriente humanista dentro de la psicología como una revolución en el sentido más verdadero de la palabra; en el sentido en que Galileo, Darwin, Einstein; Freud, Marx, llevaron a cabo las suyas; es decir, una corriente que aporta nuevas formas de percibir y pensar, nuevas representaciones del hombre y la sociedad, nuevos enfoques de la ética y los valores, nuevas direcciones que seguir… Esta tercera fuerza en psicología es, en la práctica, un aspecto de una Weltanschauung global, de una nueva filosofía de la vida, de una nueva concepción del hombre, y los inicios de otros cien años de trabajo…”
La perspectiva de Maslow está enfocada a un hombre que tiende a hacia la realización de las posibilidades inherentes y a la presión a satisfacer necesidades que aseguran la supervivencia física y psicológica. Para Rogers la persona es un ser autorrealizable, siempre en un proceso de crecimiento, y las fuerzas positivas hacia la salud son naturales e innatas en el organismo. Más aún, expresa Rogers, los individuos tienen la capacidad de experimentar y de saber cuáles son sus propios desajustes (Rage, 1996). En la naturaleza del hombre, todo aquello que se expresa veraz y francamente genera la posibilidad de la vida comunitaria por sus efectos en la unidad, la confianza y el aprecio de unos a otros. Con ello enfatiza la importancia de la relación con otras personas (Empatía, Congruencia y Aceptación positiva).
Recalca la responsabilidad y capacidad para descubrir caminos que puedan llevar a un encuentro pleno con la realidad. Las personas que más se conocen a sí mismas, son las que están mejor capacitadas para descubrir conductas más apropiadas para ellos mismos. Esta teoría enfatiza el mundo fenoménico de la persona. Cada persona es única, por lo que debe conocerse su mundo para entenderla mejor. Esto favorece la posibilidad de abrirse a la experiencia, con las menores distorsiones, para lograr una mejor percepción. Para Rogers, una premisa fundamental en su teoría es que la persona utiliza su experiencia para definirse a sí misma
Las principales características del enfoque humanista son: (Castanedo,
2002):
El compromiso: sostiene la creencia de que se tiene la capacidad humana
para “Darse cuenta”, que conduce a la auto resolución y libertad
Tendencia a la Realización o Crecimiento: la importancia del punto de vista antihomeostático de los seres humanos, luchando hacia el crecimiento y el desarrollo antes que mantener la estabilidad. Las decisiones están guiadas por el “Darse cuenta” del futuro y del presente inmediato y no únicamente el pasado.
La creencia de la capacidad humana de la autorresolución es importante y polémica: las personas no están determinadas únicamente por su pasado (o su ambiente); son agentes en la construcción de su mundo.
La experiencia subjetiva de cada persona es central: es un esfuerzo por comprender la experiencia del otro, se intenta compartir el mundo de la otra persona de una forma especial, que va más allá de la dicotomía sujeto-objeto. Permitirse compartir el mundo de la otra persona, es percibido como un privilegio especial que requiere un tipo especial de interrelación.
Sus conceptos esenciales son:
“Awareness” o “Darse cuenta”. Concepto importante que representa una de las dimensiones de la autorrealización. Se habla principalmente de una capacidad, inherente en el ser humano, donde las personas toman conciencia de lo que son sus percepciones intrínsecas y extrínsecas, de tal manera que se va guiando en su vida por dos aspectos: lo intrapersonal e interpersonal. Ello implica que el reconocimiento o exploración inicie con el interior y después al exterior y su vinculación. Permite el descubrimiento por sí mismo, lo que lo motiva y lo guía a la toma de sus decisiones para ser, estar y hacer en el mundo.
El Self o “Yo”. Es uno de los conceptos centrales para el conocimiento de la persona desde esta perspectiva teórica. Es el núcleo de la personalidad, organizado y coherente, compuesto de percepciones y sensaciones. El Self o Yo, se forma de la interacción con el ambiente y con los demás. Se define como “el yo que verdaderamente soy”. Impulsa al crecimiento, al desarrollo y nos aleja de lo que no se es, de la fachada, de la ocultación del ser, del cumplimiento de las expectativas de los demás, etc. Para esta perspectiva el individuo es el centro de toda experiencia y reacciona ante ella tal y como la experimenta o percibe. Eso resulta ser para cada individuo su realidad.
La manera en que una persona reacciona depende de esta realidad subjetiva y no de la realidad externa. Su conducta es el resultado de su esfuerzo por satisfacer necesidades tal y como las experimenta y percibe. Las experiencias en la vida de la persona pueden ser simbolizadas, percibidas y organizadas en relación con el Self o Yo, o bien pueden ser ignoradas porque no se percibe relación alguna con la estructura del Self; se les niega la simbolización o se simbolizan distorsionadas. Es ahí donde surgen los conceptos de Congruencia e Incongruencia en el individuo.
El Autoconcepto, aspecto que se desarrolla a partir del Self, se desarrolla a través de nuestras primeras experiencias gracias a la consideración que nos muestran los demás con sus expresiones de afecto, admiración y aceptación y sobre todo, a través de la correspondencia entre las experiencias que tenemos a lo largo de la vida y la forma en la que las percibimos, de la correspondencia entre lo que nos gustaría ser y la impresión que tenemos de nosotros mismos. Esta correspondencia es la congruencia entre lo que somos y lo que los demás perciben de nosotros. Cuanto más cerca estén esos dos conceptos, más satisfechos estaremos con nosotros mismos.
La persona congruente funciona al más alto nivel, es abierta a la experiencia, y no es defensiva.Tal persona percibe a los demás y a las cosas de forma precisa, lleva una relación armónica consigo misma y con los demás, tiene un alto nivel de autoestima y está en la búsqueda del crecimiento y la autoactualización (Engler, 1999).
Autorregulación. Concepto generado por Maslow, que se refiere al proceso de recuperar el equilibrio o la homeostasis a pesar de la frustración, el dolor, la desilusión o cualquier otro obstáculo para el desarrollo personal. Las experiencias de lucha, dolor, alegría y crecimiento son valoradas por el “proceso de evaluación organísmica”, que es la capacidad innata de juzgar por uno mismo si una experiencia ayuda al crecimiento o lo debilita. Las experiencias que mantienen y promueven el crecimiento son valoradas positivamente, por lo que la persona se acerca a ellas, mientras que las experiencias adversas o perjudiciales son valoradas negativamente, esperando que les ponga fin o las evite (Engler, 1999).
Aceptación Positiva. Cuando surge el Self, emerge también la necesidad de aceptación positiva. La aceptación positiva es el deseo de tener la aprobación, la aceptación y el amor de los demás. Esta necesidad es especialmente significativa porque nos hace sensibles al feedback del otro. De esta manera los demás tienen un rol importante en la vida de la persona. Atendiendo a las críticas y los cumplidos de los demás, la persona aprende a internalizar el feedback social en la estructura del Self y como resultado, la necesidad de aceptación positiva social involucra la aceptación positiva de sí mismo (Rogers,1988).
Condiciones de Valor. Al poco tiempo de nacer, los niños comienzan a aprender las “condiciones de valor” con las que se juzga su conducta y sus caracteristicas personales (el Self) como positivas y merecedoras de aceptación o negativas y merecedoras de rechazo. Debido a que la necesidad de aceptación positiva hace que la persona se vuelva sensible a la aceptación o al rechazo de los demás, el niño internaliza las condiciones de valor en la estructura del Self. Durante el desarrollo, la estructura del Self se amplía más allá de las condiciones de valor parentales para incluir también condiciones sociales de valor.
Cuando llega a la edad adulta, la persona aprende de padres, hermanos, profesores y otros, las características o conductas que son “buenas y malas”, “deseables e indeseables”. Cuando las personas se rigen por estas condiciones de valor, se separan de los medios que tienen para coordinar sus experiencias con su tendencia de actualización, que incluso sería un obstáculo para la autorrealización. De tal forma que si la persona en desarrollo se ‘apega’ a las condiciones de valor impuestas por padres y otras influencias sociales, se va apartando cada vez más de la habilidad inherente de tomar las decisiones y por lo tanto de adoptar las conductas necesarias para actualizar el Self. Las condiciones sociales de valor se convierten en valores interiorizados o propios y se manifiestan como normas de conducta social fijas y rígidas.
El resultado es la expresión de la conducta matizada por estos valores y acciones reguladas socialmente. La única manera de no interferir en la tendencia de actualización del niño es darle aceptación positiva incondicional y no la aceptación positiva condicional producto de las condiciones de valor. Cuando al niño se le da aceptación positiva condicional, tiene la necesidad de internalizar las condiciones sociales de valor.
Mientras los padres aprueban, quieren y aceptan al niño por ser quien naturalmente es, en lugar de por quien quieren que sea, entonces la estructura del Self del niño resulta una representación isomórfica de la tendencia de realización (Rogers, 1997). Estas tendencias del ser humano, estas capacidades y potencialidades intrínsecas en cada persona, pueden estimularse y generar un desarrollo direccionado y orientado.
Así como la autorregulación y la aceptación positiva ¾la condición de valor¾ va estructurando al Self, la tendencia de realización ofrece y acepta el acompañamiento para lograr satisfacer tanto las necesidades mínimas como aquellas tendencias hacia la autorealización.
Tendencia que se va construyendo con otro u otros, a través del desarrollo constante, mediante el awareness que permite la vía a la autoaceptación y el desarrollo de la autoestima. Durante estos procesos, el contacto con otros permite ofrecer y tomar diferentes realidades por donde se van creando sentidos y con estos nuevos significados, provocando lo recursivo de la construcción del sí mismo y el contacto con el entorno, excitando la frontera contacto–entorno, fenómeno por el cual se promueve la autorregulación entre la estabilidad y el cambio.
Muchos de estos procesos son acompañados y facilitados por el medio ambiente, siendo también la presencia de otros que nos referencian y nos promueven a abrirnos a la incertidumbre con la confianza de un acompañamiento de aquellos que ya tienen la experiencia. Estas personas son las llamadas facilitadoras, que ofrecen su experiencia y sabiduría al acompañar en el trayecto nuevo a otra persona.
Uno de los aportes que más importantes de la Psicología Humanista a la psicología latinoamericana, fue sin duda el movimiento mexicano del Desarrollo del Potencial Humano (DPH), iniciado por Juan Lafarga (Lafarga, 2000 y 2003; Jarquín, 2005), quien había realizado estudios y se había formado como terapeuta con Carl Rogers en los Estados Unidos. Al regresar a México a finales de los sesenta, abre un programa en la Universidad Iberoamericana para formar los primeros terapeutas con formación de psicólogos, ya que hasta entonces la psicoterapia había estado en manos de médicos con formación psicoanalítica.
Poco tiempo después, a solicitud de un grupo de personas que no eran profesionales de la psicología pero deseaban adquirir conocimientos y habilidades como facilitadores o promotores del crecimiento humano, imparte los primeros cursos para formar a profesionales de la orientación o el acompañamiento bajo el enfoque del DPH. Eventualmente, bajo la responsabilidad de algunos de sus alumnos directos y colegas más cercanos, promueven el DPH como una tarea pluridisciplinar afín a cualquier profesionista relacionado con la educación y de quienes tienen influencia en los diversos ámbitos de la actividad humana, como los padres de familia, maestros, líderes sociales, religiosos, empresarios y en general, en cualquier actividad relacionada con el crecimiento de individuos y grupos.
El DPH tiene afinidad con el denominado Counseling, muy difundido en Estados Unidos y en varios países de Latinoamérica, ya que también forma y asocia a profesionales de la orientación psicológica.
Sin embargo, consideramos que hay diferencias importantes. Por un lado, el Counseling tiende a una formación práctica e instrumental para resolver problemas específicos, sin preocuparse mucho por el sustento filosófico y epistemológico; por otra parte el DPH, además de tener bien cimentado lo anterior, se enfoca más al crecimiento de individuos y grupos, no sólo a solución inmediata de problemas de efectividad o desempeño de los clientes.
En relación con los objetivos del DPH, Lafarga (2003), afirma que “…el respeto, la confianza, el amor incondicional, la búsqueda del conocimiento, la creatividad y la armonía, así como el equilibrio en la satisfacción de las necesidades individuales, sociales y ecológicas, ante la cual debe reconocerse que contagiar estos valores no a través de la persuasión, sino de la vivencia, es facilitar y promover el desarrollo humano”.
Diversos autores y seguidores del movimiento han ofrecido varias definiciones.
Consideramos que la de Ana María González es muy completa: “Lo propio del desarrollo humano es la educación integral de la persona que en su más amplio sentido significa promover y facilitar los procesos de crecimiento, aprendizaje, apertura al diálogo, a la experiencia y al cambio, así como favorecer el germinar de lo mejor de las potencialidades humanas, que naturalmente tienden hacia la autorrealización y la trascendencia”. Los principios que promueve el DPH, tomando como base a Jaramillo (1997), pueden sintetizarse así:
El hombre vive subjetivamente (construye su propia realidad)
Cada persona es un sistema de unicidad configurada u organísmica
(física, emocional, mental y espiritualmente)
La naturaleza humana se considera profundamente positiva; cualquier elección que realiza el ser humano expresa su búsqueda de desarrollo y autorrealización.
El hombre está en continua reestructuración o permanente desarrollo
El hombre es más sabio que su intelecto
El ser humano posee libertad y capacidad de elección
El acento para promover el desarrollo ha de estar puesto en la salud, tomando en cuenta las capacidades y potencialidades de la persona y no sólo sus limitaciones.
Recientemente surgió otro movimiento importante en los Estados Unidos, denominado Psicología Positiva, impulsado inicialmente por Seligman y
Csikszentmihalyi (2000), cuyos temas esenciales de estudio se podían agrupar en tres grandes bloques: el estudio de las emociones positivas, el estudio de los rasgos positivos y el estudio de las organizaciones positivas.
Tanto sus pioneros como los posteriores profesionales que se han venido sumando, están de acuerdo en que este movimiento le debe sus raíces y buena parte de sus premisas a los psicólogos humanistas (Hervás, 2009), especialmente a Maslow y Rogers.
La psicología positiva surge como un intento de equilibrar o balancear el campo de la psicología que se ha resistido a aceptar la importancia de un individuo satisfecho y que, más allá de la psicopatología, ha limitado su actuación a la restitución de los estados negativos en lugar de promover la construcción de fortalezas como una potente arma en el arsenal de la terapia. Sus autores sostienen que, trabajando desde el modelo médico y buscando solamente salvar las carencias y curar las heridas, se ha terminado por desplazar y limitar en gran parte a la ciencia psicológica y al entrenamiento de profesionales perdiendo, de esta forma, la función del psicólogo que no sólo se restringe a curar la debilidad, sino que tiene que dirigirse fundamentalmente a nutrir las fortalezas del ser humano.
Al revisar su definición e intencionalidad pareciera no haber gran diferencia entre este movimiento y el de la psicología humanista. Entonces ¿por qué su surgimiento y pleno reconocimiento como distinta a esta última? Según Hervás (2009), aun compartiendo muchos elementos, la Psicología Positiva constituye un nuevo proceso, con un nuevo estilo y con una nueva etiqueta, lo cual no significa que se pretenda devaluar a la Psicología Humanista. Todo lo contrario, se le reconoce como la base de este nuevo campo.
No obstante, el enfoque humanista en psicología parece haber perdido el rumbo académico, especialmente al permitir en sus filas a todo tipo de “terapia alternativa” con un corte más esotérico que científico. Es probable que haya algo de cierto en esto, pero nosotros no estamos muy convencidos de que esto sea necesariamente negativo, pues el mismo Maslow acuñó el término “Transpersonal” para referirse a la que debiera ser la tendencia de la psicología humanista en un futuro cercano.
Hoy tenemos claro que los denominados psicólogos transpersonales trasgreden las fronteras de la psicología científica al estudiar áreas como la evolución de la conciencia, las experiencias místicas o las posibilidades de vida después de la muerte, entre otros temas proscritos de la ciencia. Pero esto no debería verse como una limitación, sino precisamente como una avenida abierta a inquietudes esenciales de la naturaleza humana, y tendríamos que reconocer y apreciar el valor de quiénes se arriesgan a aventurarse en ella, aun cuando se saben expuestos al desprecio de la comunidad académica. Lo mismo pasa con otros movimientos incluidos en el humanismo como, por ejemplo la Terapia corporal y las Constelaciones familiares.
En todo caso, queda claro que la Psicología Positiva surge de las fuentes de la Psicología Humanista y que ambos movimientos pueden beneficiarse de sus aportaciones.
Consideramos que cumplen bien su papel, una al mantenerse fiel a la academia y a la ciencia, y la otra al ser más flexible y permitir en sus filas a los pioneros de nuevas aproximaciones que buscan, esencialmente, lo mismo: la salud y el bienestar humanos.
El movimiento humanista surgió dentro de las aulas con Maslow. Carl Rogers, otro de sus pilares, se dedicó más al trabajo clínico y pronto formó su propio instituto, lo que lo alejó del mundo académico como tal. Por supuesto, estuvo presente continuamente en congresos, fue profesor invitado en muchas instituciones en diversos países y en general, influyó de manera significativa en profesores, investigadores y estudiantes.
Es probable que esta decisión haya contribuido a que muchos humanistas se formaran y practicaran fuera del cobijo de las aulas universitarias, lo que permitió la expansión y popularidad del humanismo, pero pudo haber contribuido a su debilidad científica y al descrédito ante otras escuelas de la psicología consideradas teóricamente más sólidas. Esto llevaría a un debate más allá de las pretensiones de este ensayo, pero es claro que el movimiento humanista necesita retormar fuerza y sustento desde la academia, sin abandonar su riqueza integradora y su sana flexibilidad o queda el riesgo de convertirse en un movimiento exclusivamente filosófico y social.
Al respecto analícese la tabla 1. En ella se presenta una clasificación de las principales orientaciones teóricas de los psicólogos miembros de la APA hasta el año 2003. Puede observarse que, aun cuando las entonces denominadas Primera y Segunda fuerzas ¾Psicoanálisis y Conductismo¾, han disminuido su presencia porcentual, mantienen un 15% y un 10%, contra el 1% del humanismo y 1% del enfoque Rogeriano, sumando apenas un 2%, cuando en los ochentas tenían un 6% cada uno.
¿Podría pasar lo mismo que con el enfoque de Sullivan, que de haber tenido hasta un 10% inicial ahora no tiene presencia? La tabla muestra datos de hace diez años, pero suponemos que en el presente el panorama no es necesariamente mejor.
Tabla 1. Principales Orientaciones Teóricas de los Psicólogos según la APA (Datos en %)
Orientación | 1960 | 1973 | 1981 | 1986 | 1995 | 2003 |
Conductismo |
8 |
10 |
14 |
16 |
13 |
10 |
Cognitivo | – | 2 | 6 | 13 | 24 | 28 |
Constructivista | – | – | – | – | – | 2 |
Ecléctica/Integrativa | 36 | 55 | 31 | 29 | 27 | 29 |
Humanística* | 2 | 6 | 4 | 6 | 3 | 1 |
Interpersonal | – | – | – | – | 4 | 4 |
Psicodinámica** | 35 | 16 | 30 | 21 | 18 | 15 |
Rogeriana | 4 | 1 | 3 | 6 | 1 | 1 |
Sullivaniana | 10 | 3 | 2 | 2 | 1 | 0 |
Sistémica | – | – | 4 | 4 | 4 | 3 |
Otras | 4 | 7 | 6 | 3 | 5 | 7 |
Fuente: Norcross, Karpiak y Santoro (2005)
*Incluye los enfoques existencial, gestáltico y humanístico en general.¨
**Incluye las orientaciones psicodinámicas, psicoanalíticas y Neo-freudianas.
Hace algunos años Lafarga (2008), fundador del Desarrollo Humano en México, comentó en una entrevista: “Facilitar el proceso de desarrollo positivo y creador en los otros se ha vuelto una necesidad fundamental de la sociedad. En el país existen 400 escuelas de psicología, y existe mucho descontento por los alumnos que egresan. Siguen predominando los enfoques psicoanalítico y conductista, y mucha gente está buscando algo distinto, más relacionado con el desarrollo humano. Y las escuelas de psicología no se están enfocando en este sentido”. Así que, desde la perspectiva académica la situación no es muy favorable aun para el movimiento humanista.
Quizás una visión optimista nos permita afirmar que este movimiento está tomando otros matices y vertientes, de manera que su evolución no sea precisamente en el sentido que sus pioneros lo esperaban. Por ejemplo el Counseling, que debe su existencia al enfoque humanista, tiene una gran presencia en todo el mundo, según se puede apreciar por la cantidad de instituciones que imparten programas formativos, así como el número de asociaciones que integran a miles de miembros.
El movimiento del Desarrollo Humano en México se ha extendido con gran influencia, incluso hacia otros países. Según un estudio reciente (Universidad La Salle, 2013), en este país existen cerca de 20 programas de posgrado en Desarrollo Humano con reconocimiento de validez oficial, algunos en instituciones de prestigio como la Universidad Iberoamericana y la Universidad La Salle.
Además hay muchos otros programas sin reconocimiento oficial, pero que señalan el interés que existe por este tipo de formación. Si bien es difícil predecir el futuro de este movimiento, es claro que su impacto es sólido en muchos sentidos, e independientemente de las formas que va tomando, su expansión continúa y su influencia sigue marcando el rumbo de nuevos caminos para tratar de entender pero, sobre todo, para tratar de solucionar los grandes problemas humanos.
En el ámbito social, es un campo disciplinar que abre una gran oportunidad de desarrollo para los profesionales de este movimiento. Las condiciones de violencia, inseguridad, oportunidades de trabajo y globalización, entre otros, requieren de un profesional que sea capaz de facilitar procesos donde los sujetos desarrollen una serie de potenciales que les permita hacer frente a esas condiciones, tales como la tolerancia a la frustración, el manejo de las emociones, la elaboración de un plan de vida con estrategias finas para su alcance; la perseverancia y el desarrollo de habilidades resilientes, estrategias de comunicación, trabajo en equipo y relaciones interpersonales funcionales.
Todas ellas llevarán a establecer condiciones de desarrollo personal y social, y en una empresa y escuela comprometidas con sus integrantes, el fin de sus misiones y ambientes de desarrollo y con herramientas para el abordaje de los conflictos y áreas de oportunidad que se presenten.
En el ámbito económico se habla de competitividad del profesionista. Hoy más que nunca las empresas requieren de personal con elementos como creatividad, sentido ético, capacidad para tomar decisiones, trabajo en equipo, dirección de grupos y comunicación, entre otros. Cada una de estas habilidades y actitudes son incumbencia del desarrollo del potencial humano y por ende de la psicología humanista.
Hoy las empresas han entendido que no sólo deben ser cultivados, reforzados y potencializados los procesos técnicos, sino también el factor humano. Las empresas de corte europeo abonarán a que sus trabajadores se desarrollen al interior de la empresa, mantengan un vínculo con la familia y tengan tiempo para la recreación, mientras que las empresas norteamericanas se orientarán a lograr un máximo de desarrollo en los procesos, siendo atendido el eje personal en relación a que favorezca un mejor rendimiento.
Cualquiera que sean las posturas, se reconoce que deben potencializarse las condiciones de la persona, aunque con fines distintos en las organizaciones. En este sentido, el profesional de la psicología humanista tiene un vasto terreno de abordaje y aplicación de los principios de este enfoque.
En lo político, el tema del desarrollo de las personas es una constante en las diversas carteras. Se habla de condiciones de salud, tanto en el área física como en la mental; de condiciones que permitan a los ciudadanos contar con mejor educación y con ello alcanzar oportunidades de trabajo y/o capacidad emprendedora.
Se habla de lograr el desarrollo humano de las personas mediante el acceso a la educación, a la salud y a los servicios… los dos primeros son pilares que se apuntalan mediante el desarrollo de potenciales en las personas. En síntesis, en todos los campos donde haya seres humanos, la Psicología Humanista y el Desarrollo del potencial humano tendrán un campo de acción importante.
El movimiento ha tenido logros relevantes:
Aglutina un grupo de personas proactivas al servicio de muchas e innumerables causas.
Ha generado una serie de estrategias al servicio de las personas y sus comunidades.
Ha movilizado congresos, reuniones y proyectos al servicio de las personas.
Ha aportado una visión diferente del modelo educativo.
Ha aportado un quehacer enriquecedor en las empresas.
Ha generado estrategias de crecimiento en los grupos religiosos.
Ha aportado modos diversos para favorecer las artes.
Con todo y sus grandes aportaciones, el enfoque humanista en psicología tiene algunas limitaciones o áreas de oportunidad:
Su flexibilidad permite que se incluyan teorías o aproximaciones cuyos fundamentos epistemológicos y metodológicos son débiles.
No se cuestiona los principios epistemológicos de manera sistemática, lo cual impide un progreso en el movimiento.
Muchos de sus conceptos integradores y críticos de las teorías no tienen suficiente fundamentación científica.
Si bien muchos profesionales del movimiento hacen investigación y existen algunas publicaciones para su difusión en diversos países, es insuficiente si se les compara con la producción de otras escuelas como el Psicoanálisis y el Análisis experimental de la conducta (para darse una idea, basta con consultar los abstracts de PsycoInfo de la APA).
Referencias Bibliográficas
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Maslow, Abraham H. (1994). La Personalidad Creadora. Barcelona, Kairós.
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