Daniel Cruz
Introducción
Distintos autores coinciden en que la asistencia a los internos en general tiene sus antecedentes fundamentales en el año 325 d.C., mediante el Concilio de Nicea. La ayuda consistía únicamente en actividades de atención espiritual, que continuaron informalmente hasta el siglo XVII. Probablemente fue Japón el primer país en contar con los primeros institutos de asistencia post-liberacional en 1669 (García Ramírez, 1966). En el ámbito nacional se encuentran antecedentes en la asistencia a los internos en el año de 1592, cuando los jesuitas fundan la “Casa Profesa”, cuyas actividades incluían visitas semanales a los internos.
Es hasta 1934 cuando se encuentran expresiones más concretas de esfuerzos por reinsertar socialmente a los internos liberados, cuando el presidente Abelardo L. Rodríguez estableció las bases para la creación de un patronato de reos libertados, mismo que tuvo su fecha de fundación cuatro años más tarde. De esta información puede destacarse un hecho importante, al menos en el ámbito nacional: se ha documentado que desde hace varios siglos ha existido asistencia a internos ¾fundamentalmente de carácter moral¾, pero no así a internos liberados.
Es hasta el siglo pasado cuando se hace referencia a la asistencia de personas en libertad que compurgaron su pena en prisión, esto es, asistencia a ex-internos. Es precisamente en este contexto de búsqueda de alternativas para asistir a los internos, en su proceso de reinserción a la sociedad, en el que surge la Institución Abierta Casa de Medio Camino el 15 de septiembre de 2012, con la finalidad de proporcionar a los internos próximos a obtener su libertad un tratamiento en adicciones, cultura, deporte y capacitación para el trabajo, de modo que al obtener su libertad cuenten con más herramientas y habilidades para reinsertarse exitosamente en la sociedad y de esta manera, se reduzca la probabilidad de reincidencia delictiva (Medina, 2013).
Las Naciones Unidas han establecido el principio de que la prisión no constituye un fin en sí misma, sino un medio de preparar al penado para su retorno a la vida libre (García Ramírez, 1966). A este principio se adhiere la Asociación Americana de Prisiones, al señalar que el propósito fundamental del programa de tratamiento es el de preparar al recluso para su retorno a la sociedad de los hombres libres.
En este contexto se diseñó el taller “Espacios para la Vida”, como una alternativa para contribuir con este propósito al ayudar a los participantes a avanzar en la búsqueda de alternativas, alineadas con su sentido de vida, para su reinserción a la sociedad. En este mismo sentido, De la Cuesta Arzamendi (2013) señala que es preciso insistir en la promoción y extensión de la estructuración de líneas político-criminales caracterizadas por su compromiso integral con los derechos humanos, para lo cual se requiere la garantía y respeto del principio de humanidad, bajo el cual no puede ser ignorada en ningún momento la dignidad de la persona.
En esta línea de pensamiento, partiendo del reconocimiento de los internos como personas, el taller “Espacios para la Vida” representó una alternativa para proveer a los internos de un espacio de reflexión, en un ambiente protegido, que les permitiera avanzar en la búsqueda de alternativas de reinserción social a través del análisis existencial de sus vidas.
García Ramírez (1966) menciona que la cárcel no hace mejores a los hombres, lo cual justifica que se afirme que un hombre común y corriente no puede soportar sin deteriorarse más de diez años seguidos de prisión. Consecuentemente subraya la importancia de brindar asistencia para la reinserción social del interno quien, si bien tiene la responsabilidad de ayudarse a sí mismo, debe recibir la asistencia necesaria para su rehabilitación en la sociedad libre. En este contexto y bajo la condición esencial de colaboración activa del interno, la intervención pretendió en todo momento proporcionar asistencia a los internos en relación al significado y dirección de sus vidas, abarcando no solamente la esfera individual, sino también el ámbito colectivo, toda vez que las personas llegamos a ser nosotras mismas a través del otro o, en palabras de Buber (2001), llegamos a ser Yo en el Tú.
Farral y Calverley (2006) señalan que el desistimiento secundario ¾proceso por el cual los individuos frecuentemente asumen un rol de “no ofensor” o “persona reformada”¾, en muchos casos está asociado con la reorganización por parte de la persona que desiste respecto a quién es y al tipo de persona que le gustaría ser. Por esto, al analizar el sentido de vida de los participantes a través del eje de análisis del autoconocimiento, la intervención pretendió reducir la reincidencia en el largo plazo. No solamente en un horizonte temporal de corto o mediano plazo, como sería de esperar en intervenciones con objetivos orientados a reducir el índice de reincidencia delictiva, cuyo enfoque en muchas ocasiones está centrado en el desistimiento primario, proceso por el cual los individuos no tienen intenciones de cometer crímenes en el corto plazo.
Antes de llevar a cabo el taller se realizaron breves entrevistas con las autoridades de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario, de la Institución Abierta Casa de Medio Camino y de Amaneceres en la Obscuridad, A.C., ¾además de pláticas con los internos del Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla, de la Penitenciaría del Distrito Federal y de la Institución Abierta Casa de Medio Camino¾, con el fin de realizar un diagnóstico y poder determinar con mayor certeza las necesidades de la población objetivo de esta intervención. De esta manera se detectaron dos problemas principales a partir de los cuales se realizó el diseñó de la intervención objeto del presente trabajo: la reincidencia delictiva y la desintegración del tejido social. Para atender estos problemas se diseñó un taller de 12 sesiones semanales de dos horas cada una, del 15 de agosto al 31 de octubre de 2013. Asistieron al taller aproximadamente siete personas (el número de participantes fluctuó debido a que en su transcurso algunos de ellos salieron en libertad y otros más se incorporaron al ingresar a la Institución Abierta Casa de Medio Camino). Todos ellos del género masculino, con edades entre los 20 y los 55 años. Su situación socioeconómica es baja y sus fuentes de ingresos, antes de ingresar a prisión, estaban asociadas al robo o a algún oficio. Su nivel de estudios no sobrepasa la preparatoria. Los delitos cometidos fueron robo, falsedad de testimonio y asesinato. Su estado civil varió entre solteros y divorciados. Por último, es relevante mencionar que todos ellos contaban con vínculos afectivos importantes hacia su familia y/o pareja sentimental. A continuación se presenta un esquema general del taller.
La primera sesión consistió en la presentación del proyecto, el establecimiento en conjunto con el grupo de las reglas básicas que permitieran llevar a cabo adecuadamente las actividades del taller, la realización de un diagnóstico en el que los participantes dieran a conocer sus puntos de vista respecto de las necesidades que tienen como personas en internamiento, y en la realización de una dinámica de integración con el propósito de generar un clima de confianza que permitiera a los participantes un mejor aprovechamiento del resto de las sesiones. Mención especial merece el diagnóstico, puesto que el diseño original del taller se flexibilizó en función de los intereses de los participantes, de acuerdo con la información que proporcionaron en la primera sesión.
Las 10 sesiones subsecuentes consistieron en crear espacios de reflexión en un ambiente propicio para el análisis existencial de la vida de los participantes, generado a partir de los principios del Enfoque Centrado en la Persona, el Existencialismo y la Logoterapia. Se trabajó en dinámicas de grupo, actividades en corrillos, películas, escritos, videos, lecturas y recursos musicales que permitieron a los participantes reflexionar en torno a su sentido de vida y su relación con las alternativas de reinserción social. Algunos temas que se abordaron durante estas 10 sesiones, relacionados con el sentido de vida, fueron el autoconocimiento, la autoestima, aceptación, perdón, principios rectores de vida, metas a corto, mediano y largo plazo, misión de vida y alternativas de reinserción social.
A la última sesión asistieron dos invitados especiales que compartieron su testimonio personal, provocando reflexiones en torno al sentido de vida y su relación con la elaboración de un plan de vida personal.
Los fundamentos teóricos de la intervención se encuentran en el Enfoque Centrado en la Persona (ECP), en el Existencialismo y en la Logoterapia.
El ECP es una terapia no directiva, en la cual el papel del terapeuta consiste en establecer un ambiente propicio para que su cliente pueda desarrollar todas sus potencialidades. De esta manera, el cliente encuentra en la misma relación terapéutica una experiencia de crecimiento que le permitirá ser más congruente consigo mismo y eventualmente experimentar este crecimiento tanto dentro como fuera de la relación terapéutica (Rogers, Una concepción de la psicoterapia como proceso, 2006). Algunos principios básicos subyacentes al ECP son el establecimiento de un vínculo de persona a persona entre el facilitador y el cliente; que el facilitador presente un estado mayor de congruencia en relación con su cliente; que el cliente se dé cuenta de la presencia del terapeuta y de la relación establecida entre ellos; que el facilitador logre ser empático con su cliente; que el facilitador presente una actitud de aceptación incondicional hacia su cliente y que el cliente logre percibir estas actitudes por parte del facilitador. En el contexto del taller “Espacios para la Vida”, al comunicar el facilitador su empatía con los internos, estos pueden sentirse entendidos y en consecuencia abrirse más, no solamente con el facilitador sino consigo mismos, gracias a la relación genuina establecida. Por su parte, el valor de la aceptación estriba en que permite al interno ser él mismo y disminuir sus mecanismos de defensa para estar más abierto a su propia experiencia y de esta manera, utilizar energía vital en actividades fructíferas y edificantes en vez de utilizarla en la defensa de sí mismo. Al respecto es importante mencionar que, en el contexto de aplicación de esta intervención, la aceptación incondicional fue muy apreciada por los participantes, toda vez que los internos refirieron en varias ocasiones ser objetos de rechazo social e incluso ser tratados como objetos más que como personas, debido a su condición de internos. Por último la congruencia ¾probablemente el elemento más importante que ayudó a establecer una relación genuina entre el facilitador y los internos¾ permite de manera especial un encuentro de persona a persona en el cual predomina la autenticidad y la transparencia. La empatía misma y la aceptación incluso podrían depender de la congruencia en el sentido de que sólo si la aceptación y la empatía se perciben de forma sincera, funcionarán para establecer una relación genuina. Cabe mencionar que, en adición a lo anterior, en el ECP subyace un ambiente de confianza que permite, en un marco de respeto, atenuar la marcada línea entre el facilitador y los internos, para promover así un verdadero diálogo que favorezca el establecimiento de un encuentro humano de persona a persona.
Como corriente filosófica opuesta al racionalismo, el existencialismo privilegia la obtención de conocimiento a través de la experiencia y no de los sistemas de pensamiento abstracto. El existencialismo se apoya sobre la fenomenología al utilizar la experiencia subjetiva personal como fundamento para construir el conocimiento abstracto (Maslow, 1968).
En el contexto de la intervención realizada con los internos, la aproximación del existencialismo hacia la muerte resultó de mucha ayuda para cumplir con los objetivos iniciales, toda vez que la incorporación de la muerte a nuestra vida la enriquece al permitir a los individuos alejarse de las trivialidades y vivir de manera más auténtica con un propósito en la vida. Además, la conciencia de la muerte promueve un cambio personal radical (Yalom, 2000). En la misma línea de pensamiento, Corey (1995) señala que el reconocimiento de la muerte contribuye a la sensación de intensidad de la vida, proporciona un cambio radical en la perspectiva de la vida y puede transportarnos desde un modo de vivir caracterizado por las diversiones, la tranquilidad y las ansiedades insignificantes, hasta un modo de vida más auténtico. El tema de la muerte no se limitó a la muerte física. Se amplió a otros tipos de muerte al considerar situaciones en las que podemos estar muertos o moribundos en importantes áreas de la vida o en las que podemos sufrir pérdidas que van, desde la falta de curiosidad intelectual y entusiasmo, hasta la pérdida de salud o de la vida de seres queridos, tal como lo sugiere Corey (1995) al trabajar con grupos en torno al concepto de la muerte. Los grupos que cuentan con un enfoque humanista, como el ECP, ofrecen un contexto seguro para expresar la tristeza asociada a estas pérdidas, explorar la ambivalencia que normalmente acompaña al cambio y experimentar las nuevas formas de ser.
La Logoterapia es una orientación psicoterapéutica que concibe a las personas como seres abiertos al mundo, un mundo repleto de otros seres con los cuales encontrarse y dar sentidos para la realización (Frankl, Autotrascendencia: un fenómeno humano, 2012). La tarea de la Logoterapia consiste en traducir en palabras simples aquello que los terapeutas han aprendido, de modo que se pueda enseñar al paciente cómo ellos, por su parte, pueden descubrir el sentido de la vida.
Durante el taller se privilegió en todo momento la búsqueda personal del sentido para que los participantes encontraran alternativas de reinserción social, guiadas por una vida honesta, toda vez que la probabilidad de desistir de la participación criminal se incrementa conforme las expectativas de ganar amigos, dinero, autonomía y felicidad a través del crimen, disminuyen (Shover & Thompson, 1992, p. 97).
La creación de espacios de reflexión tuvo como objetivo primordial analizar el sentido de vida individual de los participantes para favorecer su crecimiento y desarrollo a través de la búsqueda de alternativas de reinserción social alineadas con él, ya que, como se mencionó anteriormente, la probabilidad de desistir de la participación criminal se incrementa conforme las expectativas de ganar amigos, dinero, autonomía y felicidad a través del crimen disminuyen. Considerando la opinión oral y escrita de los participantes, se lograron crear espacios de reflexión en un clima que favoreció su crecimiento y desarrollo a través de la búsqueda de alternativas de reinserción social alineadas con su sentido de vida, mediante el análisis existencial de sus vidas. La finalidad de haber creado estos espacios de reflexión fue contribuir a disminuir el índice de reincidencia y favorecer la integración del tejido social, lo cual solo podrá verificarse cuando haya transcurrido el tiempo suficiente.
Mediante las reflexiones generadas en el taller, los participantes refirieron haber avanzado en la búsqueda de sentido, como lo reflejan declaraciones como: “le doy un exepcional a este taller que le esta dando sentido a mi nueva vida” y “el convivir en familia, sociedad y mundo están alineados con el propósito de mi felicidad y la de mi pareja al formar una vida juntos y estar juntos en la vida y mi misión es estar bien en la familia”.
De manera similar, asociado al sentido de vida se encuentra el autoconocimiento, que puede resultar un factor frecuentemente asociado con el desistimiento secundario (Farral & Calverley, 2006). De manera más específica, estos autores señalan que el desistimiento secundario está asociado con la reorganización por parte de la persona que desiste respecto a quién es y al tipo de persona que le gustaría ser. En este sentido, al avanzar en su proceso de autoconocimiento como lo refieren los participantes con declaraciones como: “los temas opiniones y dinámicas han contribuido al crecimiento de mi persona, espiritual, emocional, física y laboral, y sobre todo a conoceme a mí mismo como ser humano y valorar a los que me rodean” y “me ha ayudado al autoconocimiento… y aceptarte tal y como eres sin caretas; y aunque nos duela la verdad pero así nos ayuda a fortalecer ese error o errores” (sic), la intervención buscó contribuir a la reducción de la reincidencia en el largo plazo. Los participantes expresaron haber percibido un avance en su autoestima y aceptación personal a través de testimonios orales y escritos tales como: “me ha servido para expresar mis sentimientos de una manera más clara y sin restricciones de ninguna indole” y “me ha sencibilisado ver de diferente manera ha aceptar mis capacidades y logros y a los demas.” (sic).
Respecto al proceso grupal, en un principio los participantes manifestaron la falta de confianza natural existente en un grupo recién conformado, así como la falta de escucha y de contacto con sus emociones, patrones que con el paso de las sesiones fueron modificándose paulatinamente para llegar a conformar un grupo más consolidado, con un mayor nivel de confianza y con un mayor nivel de escucha y expresión de sentimientos.
Finalmente, uno de los resultados observados fue la mejora en el comportamiento de los internos que participaron en el taller, como lo describe el siguiente testimonio de una de las autoridades de la Institución Abierta Casa de Medio Camino: “los beneficiados que participaron en el taller mostraron un claro avance positivo en su comportamiento, autoestima y forma de percibir su vida en internamiento con respecto a su futura libertad y reinserción a la sociedad”. Dos evidencias concretas de lo anterior fueron un intento de reconciliación entre un participante y un interno no participante del taller, así como la colocación en la biblioteca por parte de uno de los participantes de una serie de carteles pequeños que, en conjunto, completan una frase relativa a las consecuencias de nuestros pensamientos, palabras, acciones y su incidencia en nuestra vida a través de los hábitos que generan.
El principal alcance de este taller fue el análisis del sentido de vida de los participantes a través del autoconocimiento, autoestima y aceptación. Asimismo, el análisis de alternativas de reinserción social, a raíz de las reflexiones derivadas del análisis existencial del sentido de vida personal. No obstante, estos alcances no fueron más allá de la creación de espacios de reflexión, por lo cual a continuación se especifican las limitaciones.
El taller “Espacios para la Vida” no pretendió en ningún momento brindar asistencia post-liberacional, la cual resulta de suma importancia para favorecer la reinserción exitosa de las personas que obtienen su libertad después de un periodo de reclusión, toda vez que la asistencia post-liberacional forma parte del proceso de reinserción (García Ramírez, 1966). La intervención no contempló la capacitación de los participantes para que posteriormente pudieran contar con herramientas técnicas que les ayuden en su proceso de reinserción laboral y social. Por último, no fue un objetivo de este taller brindar a los participantes ofertas de trabajo para ayudarlos en su proceso de reinserción social; la intervención se limitó únicamente a la creación de espacios de reflexión con el fin de avanzar en su proceso de individuación y reinserción a la sociedad.
Son muchos y muy variados los aprendizajes derivados de esta intervención. En primer lugar, permitió constatar de manera empírica que el interés genuino en el otro y el establecimiento de un contacto humano cálido y sincero puede desencadenar importantes procesos de crecimiento personal. En más de una ocasión, los participantes preguntaron al facilitador la razón por la cual estaba visitándolos e impartiendo el taller. Fue evidente que la percepción de los internos, respecto a al interés genuino del facilitador hacia ellos, resultó fundamental para el establecimiento de un vínculo persona-persona que permitió eventualmente potenciar los efectos de la intervención. Un segundo aprendizaje importante es la receptividad de los internos participantes del taller: los contenidos abordados en “Espacios para la Vida” fueron absorbidos con una profundidad digna de admiración. Después de los años de reclusión a los que fueron sujetos, cuando salen a visitas culturales o recreativas, los internos perciben milagros cotidianos en la sociedad libre, mismos que en muchas ocasiones pasan desapercibidos a quienes no han estado en prisión. Para estos últimos, el vivir en libertad resulta muchas veces algo cotidiano y no digno de ser valorado. Otra enseñanza más está relacionada con la comprobación empírica de que los internos realmente cuentan con una admirable sabiduría organísmica. Cuando a un participante se le preguntó si las dinámicas utilizadas en el taller habían contribuido a promover su desarrollo personal, declaró: “Por mi parte a sido de muchísima ayuda ya que me encontre con preguntas que me abrieron mi corazon, mi alma y mi mente por lo cual me llevo todo este curso para siempre y por siempre” (sic). No hace falta instruirlos en nada. Simplemente enfocarnos en las preguntas, más que en las respuestas, para que sean ellos mismos quienes saquen a la luz el conocimiento que tienen dentro.
Tal vez uno de los aprendizajes más significativos de esta intervención está asociado con el poder de la lógica inductiva, en el sentido de partir de experiencias particulares para construir conceptos teóricos. Al seguir esta lógica inductiva, los participantes del taller fueron capaces de advertir que fueron ellos mismos quienes abordaron los temas que en un inicio consideraron trillados, tales como la autoestima, la aceptación y el autoconocimiento. De esta manera, en vez de partir de la teoría, que es a lo que estaban acostumbrados en los cursos que habían tomado en los centros de reclusión, tuvieron como punto de partida su propia experiencia y terminaron en la formación de conceptos teóricos, lo cual le dio un giro completamente distinto a su disposición para abordar los temas que inicialmente consideraron trillados.
Una enseñanza más fue el percibir la falta de espacios de reflexión y la gran necesidad de contar con ellos en los centros de reclusión. Los participantes comentaron que en el taller podían ser más ellos mismos, porque fuera de él era otro mundo en el que tenían que vivir a la defensiva. Una de sus declaraciones la reproduzco textualmente: “El taller es enriquecedor porque sirve para expresar lo que sentimos es como una terapia que nos sirve para liberarnos de los problemas que nos suceden, pues contandolos nos desahogamos y limpiamos nuestra mente y sobre todo nuestro corazón que es él que recibe todas las emociones que sentimos” (sic).
Una sugerencia para enriquecer los resultados de futuras intervenciones similares es el poder contar, en la medida de lo posible, con un grupo estable de participantes para que durante el periodo de duración del taller pueda llevarse a cabo el proceso grupal con todos, sin tener que experimentar pérdidas debidas a la obtención de libertad de algún miembro. Finalmente, retomando el principio de las Naciones Unidas referente a que la prisión no constituye un fin en sí misma sino un medio de preparar al penado para su retorno a la vida libre, una sugerencia para las autoridades de la Subsecretaría del sistema penitenciario sería promover la creación de espacios de reflexión dentro de los centros de reclusión, para que los internos puedan avanzar en la búsqueda de alternativas para su reinserción a la sociedad alineadas con su sentido de vida. Ni las autoridades ni los internos de la Institución Abierta Casa de Medio Camino refirieron tener conocimiento de algún taller similar impartido anteriormente en algún centro penitenciario del Distrito Federal.
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