Rosario Chávez
Surgen ante mí varios escenarios, de los que soy testigo. Desde los más comunes y rutinarios hasta los más complejos y escalofriantes:
La niña que llega a mi consultorio, después de un intento de suicidio con unos papás muy exitosos profesionalmente, pero que no han sabido escucharla.
La niña que desde pequeña se sintió no MIRADA y que hoy se vive sin derecho a defender su postura o a expresar sus necesidades. Se siente temerosa e insegura queriendo adivinar lo que quieren de ella.
La pareja que después de 2, 3, 5, 10 o 15 años ya no puede seguir junta. Un día, muy enamorados decidieron compartir su vida y después de un tiempo ya no desean continuar pues uno de ellos o los dos, han sido infieles.
En la escuela primaria Alicia García se denuncia que el director de la escuela estuvo acosando sexualmente a algunos niños durante tres años. Al escuchar a los papás de los niños afectados con tristeza una mamá comenta “mi hijo me llego a decir, hace tres años que el director era medio mañosón…” y yo le contesté “No es cierto, es una fina persona”. Ese día la mamá perdió la oportunidad de escucharlo.
La mamá que se queja de que su hijo de 35 años le sigue pidiendo dinero y la trata como la sirvienta de la casa.
La jovencita que pesa 40 kilos, se siente gorda y fue víctima de acoso escolar durante su primaria y secundaria.
El joven abusado sexualmente cuando niño, que nunca pudo hablar de ello por no contar con esa posibilidad y que hoy, a sus 30 años, no logra relacionarse constructivamente con una pareja.
El señor joven que cuando niño se le dijo que tenía dientes de ladrillo y a partir de ese momento perdió su seguridad y espontaneidad.
La maestra que enfrenta el suicidio de su marido y quiere salir adelante con una hija de ocho años.
El migrante que se acerca en el crucero a pedir una limosna y en ese momento recuerdo la película de “La jaula de oro”
¿Qué hacer ante todo esto?
Hay momentos en los que entro a un hoyo negro en donde me abruma tanto dolor. Pierdo la fe y la esperanza y me parece que lo que ocurre en el mundo es demasiado fuerte y arrollador. Son momentos de “Noches oscuras” como las que refiere San Juan de la Cruz. Hay otros momentos donde toco esperanza. Donde me conecto con estas personas y puedo sentirme útil y puedo creer que esta persona construirá algo diferente en su entorno.
Me doy cuenta que, ante este panorama arrollador, yo tengo algo importante que hacer. Que no basta vociferar con indignación ante tanto dolor e injusticia. Creo en la posibilidad de crear en cada rincón del país y quizás del mundo, espacios de dialogo en donde las familias puedan recuperar su función original de nutrir.
La cantidad de psicólogos es insuficiente para la rapidez endémica con la que se propaga el trauma. Además, es un costo que muchos no pueden pagar. Necesitamos un recurso, sencillo pero poderoso, con el cual las familias puedan volver a ser ese lugar donde el hijo se siente amado y valorado, y con esto tenga la seguridad personal para ser una persona de bien. Que sean capaces de sanar las heridas que normalmente infringen a sus hijos a pesar de las buenas intenciones, como comenta Santiago Levy en su libro “Buenas intenciones, malos resultados”.
Tengo la fortuna de haber coincidido y haber elegido como mi pareja a un ser humano maravilloso con el que hemos construido un espacio de crecimiento mutuo.
Él me deja SER y yo lo dejo SER. Como diría Benedetti: “Juntos somos mucho más que dos”. Sergio es un soñador y me ha contagiado de su esperanza y su fe en un mundo mejor. Nuestra experiencia de vida en común ha sido una verdadera escuela donde, además de enriquecer nuestra relación, hemos buscado extender a nuestra comunidad algunos de nuestros aprendizajes.
En los últimos años, hemos trabajado en este proyecto con toda la convicción de que es posible llevar a las familias este recurso. Los espacios protegidos de dialogo representan una alternativa viable que hemos difundido en escuelas y en los diferentes ambientes donde hemos tenido oportunidad de estar.
Nos inspira la misión de promover “conexión”. La conexión implica un proceso donde la energía y la atención están puestos en conectar y entender la experiencia del otro, tal como él la vive. Steven Johnson sostiene que los grandes descubrimientos se gestaron no tanto en laboratorios, sino en el café donde los científicos intercambiaban sus hipótesis y experimentos. Se da lo que el autor comenta, “inteligencia emergente”.
Por otro lado, tenemos la fortuna de poder llegar a los maestros del sector público en el Estado de Guanajuato. Muchos de ellos, verdaderos guerreros que en sus etapas tempranas vivieron muchas carencias de todos los tipos. Trabajamos con ellos en el desarrollo de sus personas, ayudándolos a sanar heridas y ampliar sus conciencias.
Aprenden herramientas como los Círculos de Aprendizaje Interpersonal (CAI), metodología inspirada en las condiciones de empatía, congruencia y aceptación incondicional, que propone Rogers, con lo que pueden aprender a escuchar a sus alumnos, trasmitiendo una cultura de respeto y tolerancia en las aulas.
También hemos compartido con ellos algunos recursos de índole terapéutico de reconciliación, de reconstrucción de la experiencia…. Recursos sencillos pero poderosos, con el fin de que ellos puedan ayudar a sus alumnos. Seguiremos caminando juntos en esa dirección con el deseo de hacer sinergia con aquellos hermanos de vocación.