Juan Lafarga
Detrás de la práctica profesional y de los resultados de las investigaciones sobre el Enfoque centrado en la persona y el Desarrollo Humano existe un núcleo teórico-filosófico no siempre explícito, que hace comprensibles los descubrimientos sobre estos temas. Ningún momento más oportuno que ahora para explicitarlo, como parte de los trabajos académicos en los 50 años del Desarrollo Humano en México.
Inspirado en el paradigma de Carl Rogers al formular este su teoría de la personalidad y de la conducta (1951), presentaré las propuestas o hipótesis que son, a mi manera de ver, el núcleo teórico-filosófico del desarrollo humano.
En efecto, esta tendencia natural en los seres vivos es una realidad tan obvia, tan familiar a todos en cada momento, que por su naturalidad pasa inadvertida.
Es ese impulso que surge del mismo organismo y que en condiciones favorables lo va movilizando hacia la satisfacción de sus necesidades y el desarrollo integral y armónico de sí mismo y de su especie.
El ser humano no sólo crece, sino que también se da cuenta de que crece.
Darse cuenta de sí mismo y verse como sujeto y objeto de la propia percepción constituye el fenómeno de la consciencia, que ha sido descrito por Teilhard de Chardin (1955) como “El fenómeno humano”.
Durante el proceso evolutivo de la vida, en un momento dado, el complejo desarrollo del organismo y del sistema nervioso de un pre humano, hizo posible el nacimiento de la consciencia: Verse a sí mismo percibiendo su realidad interna y al mismo tiempo la realidad externa de su entorno.
A través de las representaciones sensoriales en el campo perceptual, tiene la experiencia de sí mismo diferente a la experiencia del entorno exterior. El surgimiento del self, como dirían los psicólogos contemporáneos, es equivalente a la aparición del hombre, porque el self es la percepción que tiene el ser humano de la realidad de sí mismo percibiendo tanto la realidad exterior como su propia realidad interior, fenómeno que no se observa en algún otro viviente.
Más allá de los condicionamientos anteriores, puede escoger entre diversas formas de comportamiento, las que le producen mayor satisfacción consigo mismo.
En efecto, la percepción de sí mismo, es el elemento más importante en el campo perceptual que constituye para él la realidad. Todas sus percepciones tendrán relación con la imagen de sí mismo y estarán ligadas a la satisfacción de sus necesidades tanto naturales como aprendidas. Cualquier elemento en la realidad que no tenga relación consigo mismo será ignorado y fácilmente desaparecerá de la memoria.
Permanecerán únicamente en la memoria aquellos elementos de la realidad que tengan relación directa o indirecta consigo mismo.
Toda percepción humana es subjetiva y parcial, porque el hombre no tiene acceso directo a la realidad sino através de los datos sensoriales integrados en el campo perceptual y éste es distinto en cada persona., ya que cada una tiene una dotación genética única e irrepetible y además porque las circunstancias y aprendizajes de su vida han sido diferentes y éstos también determinan la forma y el estilo de percibir.
Cuanto más complejo es el objeto, más diversas serán las formas de percibirlo.
Desde la necesidad de sentirse tomado en cuenta, valorado y amado hasta la de hacer lo que más le satisface, como alcanzar sus propósitos en la vida, y conseguir mayores niveles de satisfacción individual y social.
Esta necesidad de sentirse bien y mejor consigo mismo y con el manejo que hace del entorno es permanente e insaciable: El amor a uno mismo es el motivador básico e impulsor de todos los comportamientos humanos.
Explica tanto la conducta constructiva como la destructiva en cada persona y en la sociedad. El que se entrega al servicio de los demás, actúa así porque esto lo hace sentir bien consigo mismo. El que se suicida o priva a otra persona de la existencia, no lo hace para sentirse mal, sino bien consigo mismo.
Las necesidades del organismo humano pueden categorizarse como naturales y aprendidas; individuales y colectivas; biológicas, psicológicas, sociales y trascendentales, constructivas y destructivas.
La salud está en la armonía de la jerarquización y de la proporcionalidad en la satisfacción de las necesidades. Cada persona jerarquiza en forma diferente sus necesidades, según la percepción que tiene de su realidad tanto interna como externa.
Biológicamente es la secreción de adrenalina producto de las glándulas suprarrenales, en el torrente sanguíneo que hace al organismo sentir coraje y lo pone en estado de alerta.
La satisfacción de las necesidades es el motivador de la conducta, directamente o cuando éstas son frustradas, mediante la energía de la agresividad.
Este manejo de la agresividad está a la raíz de todas las disfunciones psicológicas.
La hostilidad contra sí mismo o contra los demás, explica todos los trastornos emocionales. Es consecuencia de un manejo inadecuado de la agresividad, sólo reversible a través de una ayuda externa.
El objeto de la psicoterapia y del acompañamiento personal es convertir la hostilidad en agresividad creativa.
Todas las guerras son consecuencia de un manejo inadecuado de la agresividad colectiva, es decir, de la incapacidad para encontrar estrategias que favorezcan en alguna forma a todos o dañen lo menos posible. Las guerras, por tanto, cuando no son en defensa propia, son inútiles, destructivos e injustificables.
La hostilidad grupal y social son producto de las frustraciones colectivas y de la incapacidad para canalizar la agresividad hacia la satisfacción de las necesidades sociales con estrategias en que todos ganen o pierdan lo menos posible.
Conclusión
La libertad de los seres humanos está en la capacidad de elegir entre diferentes opciones a favor de la vida. Las opciones destructivas no son producto de la libertad, sino de condicionamientos y aprendizajes destructivos en el manejo de la agresividad.
El grado de libertad de los seres humanos está en función de las siguientes variables:
[1] Hostilidad es la necesidad de hacer daño.