Home
Sincronicidad

Sincronicidad

Betina Solana Delaittre

Introducción

A lo largo de mi vida he experimentado coincidencias tan significativas que me han llevado ha cuestionarme si son producto del azar o si por el contrario hay algún mensaje implícito en éstas que necesite descifrar.

Este cuestionamiento me lleva hoy a profundizar sobre el tema de la sincronicidad entendida como “las coincidencias temporales de dos o más acontecimientos, no relacionados, que se vinculan entre sí a través de su significado”.

En una primera parte, intento explicar cómo los cambios en la manera de percibir y de comprender el mundo a lo largo de la historia han influido para que el fenómeno de la sincronicidad sea reconocido y tome un significado para el hombre que lo experimenta o por el contrario éste sea negado. Pareciera que en la antigüedad el fenómeno era aceptado y reconocido como parte de la experiencia misma del individuo, después fue negado debido a la visión newtoniana-cartesiana del mundo y fue considerado como algo irreal por la mayoría. Sin embargo, hoy en día surge de nuevo una visión global que invita a reconocer está posibilidad en la experiencia de los seres humanos. En una segunda parte, expongo diferentes teorías de diferentes autores sobre el tema.

A pesar de ser negado por la ciencia positivista algunos sicólogos, científicos y filósofos a lo largo del tiempo han experimentado éste fenómeno y han buscando reconocerlo y comprenderlo. Y por último, expongo mis propias conclusiones.

Historia de las diferentes maneras de percibir y explicar al mundo

De una concepción holística del mundo a una concepción fragmentada del mundo Cuando Jung describió la sincronicidad en occidente, el pensamiento se caracterizaba por ser fragmentador: para conocer el hombre de occidente separa, divide, clasifica. Esto provocó un pensamiento que generó rupturas enormes entre ciencia y religión. Esto iba en contra del pensamiento científico positivista de occidente más sin embargo esto no significa que haya sido siempre así.

De hecho en la antigüedad este término no habría sido necesario. Cuando el conocimiento no estaba dividido en ciencia y humanismo, cuando el sabio se ocupaba de lo terrenal como de lo divino, lo primero como expresión de lo segundo nada podía ser considerado como acausal. En aquel entonces el universo era comprendido como un todo inseparable, como una gran armonía interdependiente. Si el mundo surgía y era sostenido a partir de un Gran Aliento este podría ser conocido y comprendido a través del estudio del mundo, porque estaría presente en lo grande como en lo pequeño, reflejado tanto en los astros como en las hormigas, nada quedaría fuera. En su búsqueda y observación de la Naturaleza, el hombre de las sociedades tradicionales y las civilizaciones antiguas ha concebido el Universo como un inmenso ser vivo, un gran «macro-bios» compuesto por infinita multitud de «micro-bios» o pequeñas vidas que integran la totalidad del conjunto. En la antigüedad solo merecía ser llamado sabio aquel que había sabido recorrer ambos caminos y al que luego de una larga trayectoria en la que había comprendido suficientemente al mundo, le era posible comenzar a recibir algún conocimiento de Dios. Ya sea la lectura de huesos o conchas de tortuga, el I ching, o el tarot tienen una visión global. Esta «armonía universal» a la que los egipcios llamaba «Maat», los hindúes «Dharma» y los chinos el «Tao», no era por tanto consecuencia del azar o de la casualidad, sino de la «divina inteligencia» que dimana de la «Mente cósmica». Por eso, en todas las tradiciones iniciáticas se enseñaba al discípulo de la Sabiduría que en la conciencia subyacen escondidas todas las claves que permiten al hombre desvelar y comprender los grandes misterios del Universo.

Desgraciadamente, esta concepción unificadora, sintético-intuitiva, predominante en el Este, comenzó a escindirse, en forma casi paralela al incremento de la civilización occidental. Recordemos que China tenía ya milenios de cultura cuando Europa recién estaba dejando la vida nómada. La principal causa de este cisma fueron las características inherentes al hombre occidental: razonador, inquisitivo, analítico, en suma, fragmentador del mundo. Para conocer, él separa, divide, clasifica, versus el oriental, que integra, sintetiza, recibe al mundo.

Estas peculiaridades fueron relegando cada área de conocimiento a un compartimiento separado y cada vez más infranqueable: ciencias naturales, teología, música, etcétera. La fisura inicial se convirtió en grieta, y ésta en caminos francamente irreconciliables, hasta casi nuestros días: ciencia y religión; verdades que exigían ser demostrables para existir “versus” verdades de las que sería blasfemia pedir demostración, y que debían ser aceptadas mediante un acto de fe. Si para los científicos todo tenía que tener una causa conocida que produjera el efecto en estudio, Dios – o la causa primera incognoscible – quedaba instantáneamente excluido. Para los religiosos, en cambio, el testeo o manipulación de la obra de Dios era aberrante, y sólo cabía admirarla.

De una concepción fragmentada a una concepción unificadora: la necesidad de un nuevo paradigma

Hoy en día, las investigaciones de los grandes científicos y la religión se vuelven a encontrar. El tema de la conciencia global es un paradigma emergente que ha ido abriéndose camino en las mentes occidentales en el transcurso de las últimas décadas del siglo XX. Términos como «aldea global», «conciencia planetaria», «pensamiento holístico» o «globalización», suenan cada vez con más fuerza en el mundo actual, unas veces asociados a la nueva física, otras a la ecología y a veces también a la biología, la sociología, la psicología transpersonal, la filosofía e incluso a la economía de ámbito mundial. Y Es una manera de decir que nuestras formas de vivir y de pensar están todavía bajo la influencia de la física y del determinismo newtoniano. La ciencia de Newton postula únicamente una manera de ser, una única verdad. Durante doscientos años, esta forma de pensar ha sido muy poderosa en Occidente. Freud quiso ser el Newton de la psicología, Adam Smith de la economía, Marx de la historia, Taylor en la gestión… Resultado: hemos heredado una forma de espíritu que nos lleva a analizar, disecar, razonar en términos de unidades distintas y aisladas. Este esquema es el hay que hacer volar en pedazos.

La nueva Física de vanguardia nos describe cada vez más el Universo como un gran holograma (totalidad) compuesto de multitud de diminutos hologramas (pequeñas totalidades), donde cada una de sus partes refleja y contiene al resto del conjunto, hallándose todas ellas estrechamente relacionadas. Como dice el científico Smuts: «Cualquier mirada permitirá apreciar que el mundo está hecho de conjuntos», explicándonos que estos a su vez están contenidos dentro de otros conjuntos mayores y así sucesivamente hasta configurar el cosmos, término de origen griego cuyo significado etimológico es «gran orden», un proceso vital de despliegue constante, dinámico y creativo, que la ciencia actual llama evolución y que los sabios antiguos llamaban «emanación divina».

Esto significa que en cada una de las partes del cosmos se halla contenida la información completa de todo el conjunto, como ocurre precisamente con las neuronas del cerebro. Por eso, los científicos coinciden cada vez más en que nuestra mente posee también una estructura holográfica, con lo cual es fácil deducir que el llamado «pensamiento holístico» es un proceso mental inherente a su propia naturaleza, y no algo artificial o ajeno a ella.

El término «holográfico» u «holístico», si bien es de moderna aplicación, no lo es en su concepto, ya que éste es muy antiguo. Proviene del griego holos, que significa entero, completo, global, íntegro, en una palabra: «total». Por lo tanto, la holística hace referencia a la forma de ver las cosas enteras, en su totalidad, apreciando simultáneamente tanto las particularidades y los procesos individuales, como las generalidades y procesos que devienen de la interacción mutua entre los distintos elementos que componen esa unidad a estudiar.

Esta tendencia unificadora e integradora está orientada hacia la comprensión de los fenómenos que afectan tanto al individuo y a las sociedades, como a todo el planeta, desde la óptica de la unificación, la totalidad y la integración. En resumen, si aceptamos que los procesos de la conciencia humana siguen un modelo holográfico, ya que en ella se halla inmanente la información de todo el cosmos, es fácil entender entonces el verdadero sentido que los griegos daban a ese axioma de la Filosofía tradicional que permanecía inscrito en el templo de Delfos, que decía: « ¡Oh hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses!». Visto todo lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que la única forma que tiene el hombre para poder integrarse plena y conscientemente en ese gran Universo holográfico de cual formamos parte, es desarrollando en sí mismo los tres niveles del pensamiento holístico, que son: la conciencia individual, la conciencia social y la conciencia universal.

Otros científicos de hoy como Danah Zohar o Ken Wilber están conscientes de la necesidad de retomar la concepción del mundo de una forma holística: formamos parte de un todo y por ello estamos todos interconectados. De está manera todo lo que sucede nos afecta y todos formamos y somos parte de lo mismo. ¿Cómo? Con un nuevo modelo, según Danah Zohar: el de la física cuántica.

La física newtoniana hizo de nosotros partículas de materia. Por su parte, la física cuántica nos ve más que como una cosa, como una excitación a partir de la nada, excitaciones de energía dinámica. Según Zohar, “todo, esta mesa, estos vasos de vino, tu y yo, sólo somos ondulaciones, olas de energía dinámica. Las olas del mar nacen del mar. Nosotros, sin embargo, procedemos del gran vacío cuántico, una cosa que podría compararse a una laguna, una laguna en reposo, un mar de potencialidades, que es una fuente de energía fantástica, el origen de todo lo que ha sido, es y será”. En particular, el modelo de la conciencia cuántica de esta autora, esta montado sobre el supuesto de la totalidad no rota, es decir, la unión fundamental de todos los sistemas cuánticos, en los cuales la naturaleza intrínseca de sus elementos constitutivos no se encuentra en ellos por sí mismos, sino que es una propiedad que surge parcialmente de la relación entre ellos. (Zohar, 1996) Luego, “si se recomprende la conciencia desde este modelo, se pierde la individualidad de las partes constituyentes, sean estas neuronas, personas, sistemas sociales, ad infinitud”.

Diferentes concepciones del fenómeno de sincronicidad

El concepto de sincronicidad de Jung Jung
comienza a ocuparse del problema de la sincronicidad a raíz de sus investigaciones sobre los fenómenos del inconsciente colectivo, que le hacen tropezar una y otra vez con conexiones que ya no puede explicar como simples agrupaciones o acumulaciones casuales: “Tratábase de “coincidencias” tan significativamente conexas, que su concurrencia “casual” representaba una improbabilidad, que sólo podría expresarse mediante una magnitud inconmensurable” . Antes de estas investigaciones ya se le habían presentado dudas sobre la aplicabilidad ilimitada del principio de causalidad en psicología y comienza a considerar la idea de la existencia de una finalidad psíquica, basada en un sentido “preexistente”, inherente a la conciencia, que hace suponer una especie de “saber” previo a todo acto consciente.

Mediante el Principio de sincronicidad, C. G. Jung intenta dar cuenta de una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto.

Será a través de dos de sus escritos de 1952 como expondrá el concepto de sincronicidad:

Sincronicidad como principio de conexiones acausales, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.

Sobre sincronicidad, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung, sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son “concordancias significativas acausales”. Para él, la sincronicidad es “la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante…”.

Un ejemplo simple de sincronicidad sería el recordar repentinamente a un compañero de colegio del que no se ha sabido nada desde entonces; encontrarlo casualmente en la calle a las pocas horas o días, y simultáneamente leer en el diario una información referida a la profesora que enseñaba en ese curso. Si la persona vive esos tres eventos en compañía de un amigo, para éste la secuencia no significará más que hechos aislados; pero para el protagonista, todos ellos están eslabonados en relación a un tiempo específico de su pasado. El puede ver la conexión existente y otorgarle un significado. Los componentes objetivos y el subjetivo no poseen una causa común, no es posible deducir o demostrar científicamente qué genera el fenómeno. Y es que la ciencia ha avanzado en mediciones cada vez más minuciosas y microscópicas de la realidad, pero al llegar al terreno de lo subjetivo se ha encontrado en la imposibilidad de medir, reproducir, predecir o manipular las variables.

La sincronicidad se distingue así del mero sincronismo ocurrencia simultánea de dos sucesos cualesquiera – y se opone abiertamente al principio causal predominante en la cultura occidental, dominada por el cientificismo: la ley de causa y efecto, o de acción y reacción.

Otro ejemplo de sincronicidad son los actos adivinatorios. Todo acto adivinatorio es sincronístico, ya que no puede ser demostrada una causa que condicione el acierto de la premonición. La función primordial del oráculo es revelar la correspondencia entre lo interno y lo externo de un momento dado, en un paralelismo acausal. Refiriéndose al I Ching, dice Jung: « quienquiera que lo haya inventado, estaba convencido de que el hexagrama obtenido en un momento determinado coincidía con éste en su índole cualitativa, no menos que en la temporal. Para él, el hexagrama era el exponente del momento en el que se lo extraía, por cuanto se entendía que el hexagrama era un indicador de la situación esencial que prevalecía en el momento en el que se originaba.»

Para Jung, la conexión causa-efecto es solo estadística y como tal, relativa, y sin embargo ha sido el método empleado para comprender y establecer sobre la base de las leyes todo el comportamiento físico, químico y biológico en la naturaleza. Este sistema deja fuera de la norma todo lo individual, lo excepcional, lo único. En esto radica la distorsión. La ciencia en sus empeños por conocer el mundo, ha elaborado leyes, ha construido abstracciones cada vez más complejas sobre la base de hipótesis, modelo y experimentaciones estadísticamente satisfactorias. O como lo explica Ken Wilber, ha realizado distinciones de distinciones de distinciones. El problema surge cuando se da por supuesto que esas meta-meta-meta demarcaciones son la realidad. Por una parte, es falso el no considerar todos los casos individualmente y por otra parte produce un distanciamiento enorme, con su consiguiente deformación, de la naturaleza misma de las cosas, la que es no fragmentaria. Como se dice “El mapa no es el territorio”.

Jung entiende el concepto de sincronicidad “en el sentido específico de la coincidencia temporal de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante”, distinguiéndolo del término “sincronismo”, que significa mera simultaneidad de dos acontecimientos.

La relacion entre Wolfgang Pauli y Carl Jung

Para Jung “las coincidencias significativas, que deben distinguirse de los meros agrupamientos al azar, parecen tener un fundamento arquetípico”; su aparición está ligada a los arquetipos en el sentido de que “es complementaria a la acción de adquirir conciencia de un contenido psíquico” (Pauli a Jung)[i]. Hay pues una relación entre sincronicidad y emersión de un arquetipo a la luz de la conciencia. Los arquetipos están firmemente enraizados en la Psiquis, en el componente material instintivo; son los factores formales que organizan los procesos psíquicos de lo inconsciente y poseen una carga específica de energía, es decir, desarrollan efectos numinosos que se manifiestan como afectos; éstos últimos desempeñan un importante papel en la producción de fenómenos acausales significativos, cosa que -observa Jung- no es una idea nueva, pues ya hablaban de ella claramente Avicena y San Alberto Magno[ii]. Los afectos, las emociones, la aparición en la conciencia de contenidos inconscientes numinosos vinculados con la emersión del arquetipo del ánima pueden coincidir en el tiempo, por tanto, con hechos externos, con acontecimientos objetivos en clara relación de sentido con aquéllos sin que medie, sin embargo, entre ellos ninguna relación causal reconocible.

La relación que Jung mantuvo con el físico Wolfgang Pauli, premio Nóbel en 1945 tuvo mucha influencia en la explicación del fundamento teórico de los fenómenos de sincronicidad acausal significativa. Tanto Jung como Pauli sabían muy bien que con su hipótesis sobre los fenómenos de sincronicidad penetraban en una “tierra de nadie”, en una especulación que les aislaba de sus colegas y como Jung dice respecto de sí mismo en un ámbito que le condenaba a la condición de tener que pasar por esotérico:

“Al ser los dos puentes que unen la psicología y la física de una naturaleza tan peculiar y tan difícil de aprehender que nadie se arriesga en recorrerlos, la psique y la física se encuentran suspendidas en una habitación sin suelo y como Vd. bien dice “sin hogar” (Jung a Pauli 1996).

Pauli reconoce claramente por su parte la vinculación entre psicología y física en el curso del proceso de individuación:

“No puedo encontrar esa correspondencia entre física y psicología a través de la mera especulación intelectual, sino que aquélla sólo puede surgir de manera legítima como afirmaciones objetivas concomitantes en el curso del proceso de individuación. El mismo arquetipo de la totalidad, o bien de la conjunción, que es constelado en la relación entre la psicología y la física, es el que con la ayuda de las figuras de mis sueños ordena también mi propia totalidad interna. /…/ Esta es, creo, la mejor formulación que puedo dar por el momento de la relación de los productos de mi inconsciente respecto de la totalidad objetiva de la naturaleza por un lado, y respecto de mi propia totalidad subjetiva como contemplador por otro lado” (Pauli a Jung 1996).

El concepto de “azar Objetivo” de André Breton

Otro de los filósofos que estudió el fenómeno de la sincronicidad es André Breton. El lo llama “azar objetivo” (hasard objectif) y es uno de los conceptos fundamentales del surrealismo. La expresión procede de Engels, pero André Breton, teórico del movimiento, le dio un sentido peculiar. Para Breton, el azar objetivo “designa la confluencia inesperada entre lo que el individuo desea y lo que el mundo le ofrece”. Así, uno está pensando en determinada persona y de repente, al cruzar una esquina, topa con ella. Se trata, pues, de coincidencias o casualidades, pero cargadas de un valor emocional que las vuelve significativas.

El concepto de Sincrodestino de Deepak Chopra

Deepak Chopra retoma esta visión del mundo en su libro “sincrodestino” y percibe las coincidencias como “un mensaje, una pista sobre un aspecto particular de nuestras vidas que requiere atención”. (p.11)

Chopra nos invita a observar la sincronicidad en la naturaleza. Nos da el ejemplo de una parvada: “Por ejemplo, mira hacia el cielo y espera a que aparezca na parvada…todas las aves vuelan en formación cuando cambian en dirección, todas ejecutan los mismos movimientos sincrónicamente”./…/“Se elevan, giran y descienden de tal manera que parecen un organismo, como si estuvieran recibiendo instrucciones y todas obedecieran al instante”

Chopra nos dice: “La comunicación instantánea que vemos comúnmente en parvadas y cardúmenes proviene del nivel espiritual, de la inteligencia no circunscrita y organizadora que reside en el ámbito virtual. El resultado es la sincronicidad: seres totalmente sintonizados con el entorno y con todos los demás bailando al ritmo del cosmos”. (p.44)

Considera que es fácil encontrar ejemplos de sincronicidad en el reino animal porque los animales están en contacto con la naturaleza esencial de las cosas. Para él, la sincronicidad sólo ocurre cuando las personas, los animales o los objetos tienen una relación estrecha, cuando están “inmersos”. Dice que las correlaciones entre los acontecimientos que suceden en el nivel no circunscrito o virtual, ocurren al instante, sin causa y sin debilitarse a través del tiempo o la distancia. La inteligencia circunscrita está en todas partes a la vez y puede causar múltiples efectos simultáneos en varios lugares. Es desde este ámbito virtual desde donde todas las cosas están organizadas y sincronizadas.

Para él las coincidencias son mensajes del ámbito circunscrito que nos indican como actuar para hacer que nuestros sueños-intenciones- se manifiesten.

También utiliza el termino “conexiones no causales”, estos son los sucesos que están relacionados entre sí pero no por una relación directa de causa y efecto, por lo menos en la superficie”. Cada coincidencia se convierte en una oportunidad para la creatividad. Cada coincidencia se convierte en una oportunidad para convertirte en la persona que el Universo quiere que seas.

El alma es la confluencia de significados, contextos, relaciones e historias míticas o temas arquetípicos que dan lugar a los pensamientos, recuerdos y deseos cotidianos que crean las historias en las que participamos. El alma es la extensión de la inteligencia no circunscrita que florece en los seres humanos.

Si actuamos desde el nivel del alma podemos influir conscientemente en nuestro destino. Esto ocurre a través de la sincronización de relaciones, aparentemente no causales, que dan forma a un destino. De aquí el sincrodestino. En el sincrodestino participamos conscientemente en la creación de nuestras vidas, por medio del entendimiento del mundo que está más allá de nuestros sentidos, del mundo del alma.

Para él el sincrodestino se da por la existencia de la naturaleza dual del alma y que somos parte de la inteligencia no circunscrita del mismo modo que una ola es parte del océano. Podemos aprender a identificar la sincronicidad de todas las cosas, la matriz que nos vincula con la fuente del universo. Podemos aprender a valorar las coincidencias como mensajes de la inteligencia no circunscrita que nos orientan hacia nuestro destino y sabemos que nuestras intenciones pueden influir en esta dirección. Para Chopra el camino es el del autoconocimiento y propone la meditación como la mejor herramienta para lograrlo.

Conclusión

Para mí el fenómeno de la sincronicidad existe. En mi experiencia han habido ciertos momentos donde esas coincidencias han sido muy claras y muy conscientes y han tenido un gran significado y por ello dejaron de ser coincidencias y se transformaron en mensajes.

Es como si de repente la vida me pusiera en frente las pistas que tengo que seguir para salir adelante de alguna situación o para ir encontrando mi propio camino. Y de hecho han sido momentos que van más allá de la lógica y de la razón y que tienen tal significado que me cuesta trabajo pensar que son producto del azar.

Esto me ha llevado a creer en que existe algo más grande y más sabio que está conectado en este mundo conmigo y que se comunica de diferentes maneras para guiarme en mi camino. Si comprendemos el mundo como un todo del cual nada ni nadie está separado es más fácil comprender el fenómeno de la sincronicidad. Todos estamos interconectados y por ello creo que podemos darle un significado a cada encuentro, cada suceso de nuestras vidas. Pareciera que la vida misma nos va poniendo aquello que necesitamos para aprender ciertas lecciones y así poder seguir creciendo en conciencia como seres humanos.

Siguiendo lo que dice Chopra, me doy cuenta de la gran posibilidad que tengo de participar en la creación de mi propia vida y de la gran responsabilidad que eso conlleva. Esto me invita a estar cada vez más atenta de lo que me pasa para así estar más consciente de quién soy, qué necesito, qué pienso y qué deseo y hacía donde me quiero dirigir. Para ello considero que la práctica de la auto-observación es fundamental.

Bibliografía

Jung, Carl Gustav (2004), Sincronicidad como principio de conexiones acausales (1952). Sobre Sincronicidad (1952), Obra completa volumen 8: La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Editorial Trotta

Chopra, Deepak, “sincrodestino”, Mexico febrero de 2005 editorial alamah.

Zohar, Danah, “La conciencia cuántica”. Plaza & Janés, Barcelona 1990

Cacéres, Pablo, “Sincronicidad”, revista Alcione n°11.

Francis J. Vilar y Herminia Gisbert “Educación y conciencia global : los tres niveles del pensamiento holistico” Sept. 2007 Especial de educación. El mundo de sophia digital

“Principio de Sincronicidad”. De Wikipedia, la enciclopedia Libre “Azar objetivo”. De Wikipedia, la enciclopedia Libre

Betina Solana Delaittre
Trabajo final 5 to semestre
Prof. Carmen Pérez Noriega

Abrir chat
Bienvenido a INTEGRA. Favor de darnos: Nombre completo, mail, y programa que le interesa, así como país/ciudad por favor.