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Sanación y Evidencia Científica

Sanación y Evidencia Científica

Por: Carlos Macías Vences

Junio del 2007

A partir de que la humanidad entró en la era moderna, el paradigma de la fe quedó atrás para dar paso a una nueva forma de conocimiento que habría de regir al mundo los siguientes 200 años. Así irrumpió en la escena mundial el método científico. La nueva forma de alcanzar la verdad que se vislumbraba infalible, “hasta no ver no creer”, esta consigna de la modernidad nos mantenía a salvo de regresar al oscuro pasado de la supersticiones absurdas, y ridículas creencias sin sustento racional.

Aquello que no puedes comprobar no existe. Lo que no verificas por medio de tus sentidos simplemente no esta ahí. Esta fue la lápida que sepulto a miles de años de tradiciones espirituales, sabiduría milenaria que fue reducida a cenizas por la ciencia occidental que comenzó rápidamente a edificar su propio y extensísimo acerbo de conocimientos “verdaderos” , dejando fuera todo lo que no pudiera ser puesto bajo un microcopio o comprobado dentro de un laboratorio.

El estudio del hombre se redujo a la revisión de una compleja maquina cuyas funciones se estudiaban a la luz de lo “observable”. La enfermedad no era más que el mal funcionamiento de alguno de estos sistemas y el reestablecimiento de la salud no era más que la corrección mecánica o química de la falla. Para la medicina alopática, producto fiel de la ciencia experimental, esto es todo lo que había.

Durante cientos de años descalificaron las prácticas de salud que las comunidades con antiguas tradiciones sostenían; el chamanismo, el tao, los antiguos rituales de salud y curación, no eran más que charlatanería para la soberbia ciencia occidental. Por razones que valdría la pena estudiar, los testimonios de pacientes curados por estos métodos nunca fueron suficiente evidencia. Se atribuía sugestión o simple casualidad al cambio en la condición de los pacientes. La medicina simplemente no podía aceptar lo que no podía “ver”: el campo energético.

Sin embargo, es el mismo avance de la ciencia experimental el que la lleva a reconsiderar su postura. Y a partir de los años 60´s la ciencia comienza a incluir en sus experimentos estos fenómenos energéticos que hasta ese momento permanecían sin explicación.

Uno de los pioneros en el estudio del campo energético fue el Doctor Bernard Grad, de la Universidad de McGill de Montreal, en los años sesenta. Su primera interrogante fue saber si los curanderos psíquicos transmitían verdaderamente energía a sus pacientes. En lugar de utilizar pacientes humanos Grad utilizó plantas, que planeaba poner “enfermas” empapando sus semillas en agua salada, lo que retarda su crecimiento. Sin embargo antes de empapar las semillas hizo que un curandero pusiera sus manos sobre un recipiente de agua salada, que después acogería una bandeja de semillas. Otro recipiente de agua salada que no fue tocado por el curandero, contendría el resto de las semillas. Cuando las semillas se empaparon de agua salada de los dos recipientes, las inmersas en el agua tratada por el sanador crecieron más que las otras.

Entonces Gran propuso la hipótesis de que también podía ocurrir lo contrario: Los sentimientos negativos podrían tener un efecto negativo en el crecimiento de las plantas. En un estudio consecutivo, Grad hizo que varios pacientes psiquiátricos sostuvieran recipientes de agua dulce que serían usados para germinar las semillas. Había un paciente, un hombre que recibía tratamiento por depresión psicótica que estaba notablemente más deprimido que los demás. Más adelante, cuando Grad trató de germinar semillas usando el agua de los pacientes, el agua que había sido sostenida por el hombre deprimido inhibió el crecimiento.

En experimentos posteriores, Grad analizó químicamente el agua con un espectroscopio infrarrojo y descubrió que el agua tratada por el sanador había sufrido pequeños cambios en su estructura molecular, algo similar a lo que ocurre cuando el agua queda expuesta al efecto de imanes.

Grad pasó, entonces, a trabajar con ratones a los que se les habían hecho cortes en la piel en el laboratorio. Después de controlar una serie de factores en el laboratorio, incluso el efecto de “unas manos cálidas” , descubrió que la piel de sus ratones se curaba mucho más rápido cuando eran tratados por sanadores. Grad también demostró que los sanadores podían reducir el crecimiento de tumores cancerosos en animales de laboratorio. Los animales con tumores no tratados morían más rápidamente. Otros estudios demostraron posteriormente que es posible curar a los animales de laboratorio afectados por amiloidosis, tumores y gota. (Grad,1965)

Posteriormente también se realizaron experimentos científicos que han demostrado que las personas pueden influir en el crecimiento de levaduras, hongos, e incluso células cancerigenas aisladas. Uno de ellos fue el de Carol Nash, Doctor en biología, de la universidad de St.Joseph de Filadelfia, que descubrió que la gente podía influir en la velocidad de crecimiento de las bacterias simplemente poniendo su voluntad en ello. Una ingeniosa prueba llevada a cabo por Gerald Solfvin, mostró que nuestra capacidad de “esperar lo mejor” puede afectar a la curación de otros seres. Solfvin diseñó una prueba con una serie de condiciones complejas. Inyectó a un grupo de ratones un tipo de malaria que suele ser fatal para lo roedores.

Seguidamente, tomó a tres asistentes de laboratorio y les dijo que solo había inyectado la malaria a la mitad de los ratones. Un sanador intentaría curar una mitad de los ratones. Aunque los asistentes no sabrían qué ratones habían sido sometidos a ese tratamiento. Ninguna de estas afirmaciones era verdad.

Lo único que podían hacer los asistentes era “esperar” que los ratones que estuvieran a su cuidado se curasen y que la intervención del sanador funcionara. Había un asistente que era considerablemente más optimista que sus compañeros y eso se reflejó en los resultados. Al final del estudio, los ratones que estaban a su cuidado estaban menos enfermos que los tratados por los otros dos asistentes.

El estudio de Solfvin, como el de los sanadores de Grad. Era demasiado puntual para ser definitivo, pero Rex Stanford había llevado otras investigaciones similares en 1974. Stanford había demostrado que la gente podía influir en los sucesos por el simple hecho de “esperar” que todo fuera bien, aunque no comprendieran plenamente lo que debían “esperar”.

Al menos 150 estudios más se realizaron por esos tiempos relacionados con la curación y seres humanos. Los resultados se demostraron una y otra vez con distintos métodos; enviar mensajes curativos a través del tacto, la oración y algún tipo de intención secular.

Uno de los estudios más representativo y contundente por el número de participantes, fue efectuado entre noventa y seis pacientes con hipertensión y una serie de sanadores. Ni al médico ni a los pacientes se les dijo a quien se le estaba suministrando los tratamientos de curación mental. Un análisis estadístico mostró que la presión sanguínea del grupo tratado por los sanadores mejoró significativamente en comparación con el grupo de control. Los sanadores habían llevado a cabo la siguiente rutina: ejercicios de relajación, establecer contacto con el poder superior o ser infinito, utilizando la visualización o la afirmación de que los pacientes estaban en perfecta salud y dar gracias a la fuente, fuera Dios u otro poder supremo. Cuatro de los sanadores consiguieron mejorar al 92.3% de los pacientes que tenían asignados. (Miller 1982)

Pero el estudio humano considerado el más importante fue el llevado a cabo por el Médico Randolph Byrd en 1988. En una prueba aleatoria y doblemente ciega estaba tratando de determinar si la oración remota tenía algún efecto en los pacientes de una unidad de cuidados coronarios. Se tomó a casi cuatrocientos pacientes que se dividieron en dos grupos a lo largo de los diez meses que duró el estudio. Un grupo de oración cristiano externo al hospital rezaba únicamente por la mitad de los pacientes (aunque ellos mismos no lo sabían). Todos los pacientes habían sido evaluados detenidamente y no pudieron detectarse diferencias estadísticas en su condición previa al tratamiento. Sin embargo, después del tratamiento, aquellos por los que se había rezado tenían síntomas significativamente menos severos, había menos casos de neumonía, y también necesitaban menos respiración asistida y menos antibióticos que por los que no se había rezado.

Para los más escépticos todas estas pruebas podían tener errores metodológicos, y examinando detenidamente sus protocolos fueron encontrando cosas que habían quedado fuera de control metodológico. En algunos casos no se habían considerado los promedios de edad de los pacientes o estos no eran iguales, en otros, no se había registrado la ingestión de otros medicamentos o bien de hábitos de alimentación o ejercicio, que podrían haber contribuido a obtener los resultados obtenidos y sin embargo no haber sido registrados como variables intervinientes.

Frente a esto Targ y Sicher decidieron hacer un experimento a toda prueba. Eligieron pacientes con SIDA, ya que era la mejor forma de poder medir grado de enfermedad y obtener dos grupos verdaderamente equivalentes. Así hicieron conteos de células T para determinar que todos los participantes tuvieran exactamente el mismo grado de avance de la enfermedad y el mismo número de factores definitorios. También hicieron cuestionarios donde revisaron a profundidad hábitos de vida, tales como alimentación, consumo o no de drogas, hábitos de ejercicio, etc., hasta lograr dos grupos verdaderamente homogéneos.

Por otro lado contactaron a un grupo de sanadores que debían hacer su trabajo a distancia y ni siquiera tocar al los pacientes para que no operara en ellos ningún tipo de sugestión, tampoco los sanadores podrían conocer a sus pacientes más que por una foto, los terapeutas eran de diversa corrientes espirituales, desde discípulos de Barbara Brenan, Sanadores Cristianos, Chamanes Indios, Cabalistas Judíos y algunos Budistas, todos con larga trayectoria en el campo de la sanación. El resultado de este estudio realizado a prueba de escépticos volvió a ser el mismo, al cabo de seis meses el cuarenta por ciento de los pacientes del grupo control habían muerto, mientras que el 100% del grupo experimental seguían vivos y los reportes mostraban que su salud había mejorado. Las conclusiones de Targ y Sicher fueron redactadas en los siguientes términos: “la conclusión es inevitable: el tratamiento esta funcionando”. Y agregaron que los resultados positivos eran observables tanto en el campo médico como en el psicológico. (Sicher y Targ, 1998)

Estos resultado fueron confirmados un año más tarde, cuando un estudio del Mid American Heart Institute ( MAHI) sobre el efecto de la oración intercesora en pacientes cardiacos hospitalizados mostró que estos sufrían menos episodios adversos y tenían una hospitalización más breve cuando se rezaba por ellos. En este estudio los “intercesores” no eran sanadores profesionales, el requisito para participar fue contestar afirmativamente e la interrogante: ¿Tienes fe en Dios, crees que el responde cuando se le reza intercediendo por un enfermo? Todos los participantes utilizaron un tipo de oración estándar, siendo la mayoría protestantes, católicos o sin denominación. A cada uno de ellos se le asignó un paciente particular por el que rezar.

Al mes, los síntomas de los pacientes por los que se estaba intercediendo se habían reducido en más de un 10 % en comparación con las personas que recibían un tratamiento estándar, según un sistema de medición especial desarrollado por tres cardiólogos expertos del MAHI, que evalúa el progreso de los pacientes de excelente a catastrófico. Aunque la curación no redujo su estancia hospitalaria, los pacientes por los que se había rezado se sentían mejor en todos los sentidos. (Harris, 1999)

Todos estos estudios han arrojado resultados muy similares, sin embargo el manejo de las variables ha sido sumamente distinto, mientras que los estudios de Byrd todo el personal médico era conciente de que se estaba llevando a cabo un estudio, los médico del MAHI no tenían idea. Los pacientes del MAHI tampoco sabían que estaban participando en un estudio, de modo que no pudo producirse ningún efecto psicológico. En el estudio de Byrd, de los 450 pacientes, casi la octava parte se negaron a participar, esto significa que sólo participaron los que eran receptivos a la idea de que se rezase por ellos, o al menos no le ponían objeciones. Finalmente, en el estudio de Byrd, a quienes rezaban se les dio mucha información sobre los pacientes, mientras que en el esutdio de MAHI, los intercesores prácticamente no tenían ni idea de por quién estaban rezando. Se les dijo que rezaran por 28 días y eso fue todo. No llegaron a saber si sus oraciones habían hecho efecto.

Ni Targ ni el estudio MAHI demostraron que Dios responde a las oraciones, ni siquiera que Dios existe. Como el estudio MAHI indicó rápidamente: “lo único que hemos observado es que cuando individuos fuera del hospital dicen o piensan los nombres de pacientes hospitalizados con actitud de oración, estos últimos parecen tener una experiencia mejor en la unidad de cuidados correspondientes”. (Harris, 1999)

De hecho el método parece no importar, mientras se mantenga la intención de que el paciente sane. “Invocar a la mujer araña, la figura de una abuela curandera de la cultura nativa americana, parece ser igual de eficaz que invocar a Jesucristo”. (Mctaggar, 2002)

Se han documentado resultados trabajando con sanadores de alineamiento del flujo, cirugía psíquica, retirando espiritualmente los virus de los cuerpos. Otra, una cristiana norteamericana, llevaba a cabo la curación frente a su propio altar con imágenes de la Virgen, de santos, y muchas velas encendidas y afirmaba haber convocado espíritus sanadores, ángeles y guías. Otros como el sanador cabalista solo se enfocaban en las estructuras energéticas. (Mctaggar, 2002)

Todos tienen en común que de alguna manera “se quitan de en medio” y dan paso a fuerzas, energías, espíritus, superiores para que hagan la tarea. La sanación parece consistir más en una petición que se hace a una entidad superior que una curación atribuida a ellos mismos.

Los resultados del estudio MAHI también sugirieron que la curación estaba al alcance de la persona común y no únicamente de “sanadores profesionales”.

La otra conclusión que es contundente en todos lo estudios anteriores es que el elemento central de la curación es la intención manifestada en forma de petición a una entidad superior. Esto sugiere que la intención cura por si misma, pero que la curación también es una fuerza colectiva e implica que el tratamiento más importante que cualquier médico puede dar a sus pacientes es esperar que se curen.

Sin embargo, un proyecto llamado Pared de Cobre en Topeka, Kansas, a cargo del investigador Elmer Green demostó que los curanderos experimentados tienen unos campos eléctricos anormalmente intensos durante las sesiones de curación. (Green 1991) Esta capacidad puede ser atribuida a su capacidad de ordenar su propia energía cuántica y transferirla a un paciente menos organizado.

Así, los estudios documentados y llevados a cabo a la luz de la ciencia experimental continúan demostrando una y otra vez que la intención es transformadora de la condición de las cosas en el mundo así como de otros seres humanos.

CONCLUSIONES

Sin duda los paradigmas que rigen al mundo están cambiando nuevamente. Nuestra conocimiento del mundo y del ser humano se esta ampliando y aquello que quedó fuera en el pasado vuelve a ser parte de nuestra visión del universo.

El reto es abrir la mente y poder dar cabida a este nuevo conocimiento que se presenta frente a nosotros con posibilidades fascinantes.

Como podemos darnos cuenta, los estudios que se han llevado a cavo, con respecto a la posibilidad de sanar a una persona utilizando lo que se denomina como el campo energético, son numerosos y contundentes en sus resultados, así como rigurosos en sus metodologías. Sin embargo es de llamar la atención, que el escepticismo persiste entre muchos. Y es que existe una gran resistencia a adoptar esta nueva cosmovisión.

Los experimentos son abundantes y claros en sus resultados y están ahí para el que quiera consultarlos, provienen de publicaciones científicas de reconocido prestigio, y son elaborados por muy diversos autores. Sin embargo cientos de años de negar estas realidades no se sacuden en unos cuantos años, los seres humanos parecemos aferrarnos a nuestras viejas creencias y no tan fácilmente estamos dispuestos a soltarlas para dar paso a nuevos descubrimientos que dejan sin sustento muchos de nuestros prejuicios.

Reconocer que somos seres más allá de lo que es aparente, reconocer el poder que existe en la intención, descubrir que hay “energía” en el universo que esta a nuestra disposición, puede conllevar una gran responsabilidad. La vida moderna no es una orientada a la espiritualidad, nuestro que hacer cotidiano está más bien basado en un mundo material finito y práctico que deja poco lugar a las cosas sutiles y trascendentes. Los resultados de las investigaciones mencionadas son una invitación a reflexionar y concientizarnos sobre lo que hacemos con nuestros pensamientos e intenciones, ¿hacia donde los dirigimos? y sobre nuestro quehacer en el mundo, en virtud de haber descubierto que somos seres más haya de lo material y con acceso a poderes y habilidades superiores.

Cultivar estos poderes, desarrollar estas habilidades olvidadas por la modernidad, se vuelve prácticamente una tarea obligada del que hacer humano en esta nueva era que apenas comienza.

BIBLIOGRAFIA

-Grad, B., “Some biological effects of, layingon of hands”, a review of experiments with animals and plants, Journal of the American society for psychical research, 1965; 59: 95-127
-Green, E.,”Copper Wall Reserch psychology and psychophisics subtle energies and medicine” ISSSEEM, Boulder Colorado, 1999
-Mctaggart, L., “El Campo” Ed. Sirio, Málaga 2002
-Sicher, Targ ET AL, “A randomized doble-blind study of the effect of distant healing in a populatión with advanced AIDS: report of a small scale study”, Western Journal of Medicine, 1998; 168 (6) :356-363.

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