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Salma, Akele,  “Un testimonio del trauma y la integración”

Salma, Akele,  “Un testimonio del trauma y la integración”

Resumen

Este es un artículo autobiográfico, así que mi objeto de estudio, los resultados de las entrevistas, cuestionarios y la parte protocolaria de la investigación cualitativa son de carácter individual, es un acercamiento a lo que llamaré la reintegración o conexión entre mi cuerpo, mis pensamientos y emociones.

 

Introducción

Tras haber tenido 50 sesiones de Psicoterapia Humanista Corporal a lo largo de casi un año y medio, y tomando nota sobre ellas, descubrí que tenía el material suficiente para escribir sobre esta experiencia y ponerla al servicio de quienes puedan estar interesados en este tipo de psicoterapia. Me parece valioso hablar de una experiencia vivida, me emociona la idea de poder compartir esta parte de mi vida y hablar desde de mí sobre las virtudes que tiene el trabajo con el cuerpo.

Una psicoterapia basada solamente en los procesos psicológicos y que ignora los procesos corporales no es una terapia integrativa. Al igual que el trabajo corporal que se concentra en el cambio físico y resta importancia a la emoción y su significado, es unilateral y no integrado.

 

Metodología

El método biográfico se basa en una recolección de historias individuales, cuyos relatos pueden provenir tanto de fuentes primarias como secundarias, y a través de los cuales se hace una reconstrucción de realidades microsociales. Cuando estas reconstrucciones se presentan como una descripción de los problemas estudiados, el método biográfico se

inscribe en el enfoque cualitativo de investigación.

El método biográfico constituye una metodología de investigación cualitativa, que integra los relatos de toda una vida o de determinadas etapas o acontecimientos biográficos de relevancia de la persona estudiada, además de toda la información o documentos de los que se pueda disponer sobre la vida del sujeto objeto de estudio, con el propósito de conocer y analizar la percepción de su realidad social.

Este es un trabajo de autodescubrimiento, un registro de cómo fue correr todos los velos, o todas aquellas capas que no me dejaban revisar lo que soy, de ahí la necesidad de acudir  al método autobiográfico, el primer paso que debía de dar era el autodescubrirme es decir, era darme cuenta de quién soy.

Momento de narrar mi historia, reconocer los aspectos negativos como positivos que están escondidos en lo más profundo de mi ser.

Del autodescubrirse nos dice Moreno (2016), “me di cuenta de la importancia del lugar donde vivo, por orientaciones del docente investigador que me llevó a reflexionar sobre otras formas de hacer conocimiento”. De esta manera el investigador nos ratifica que la autobiografía es un medio para el autoconocimiento.

González (2015) expone “que la propia vida sirva de testimonio, de provocación para dar evidencia de una época, de unas características culturales y sociales, de un territorio o un país” (p.23). De esta manera podemos ver que tanto Moreno, como González coinciden en algo fundamental, es que todos pertenecemos a un determinado contexto y que a medida que nos enfrentamos a experiencias vamos comprendiendo que hacemos parte de una historia y esta trae consigo un conocimiento que antes no se había descubierto, adquiriendo valor para su vida. [1]

 

La creación del trauma…. Luego la desconexión

Cuando ante una situación no tenemos los recursos personales o el apoyo adecuado, el sistema nervioso se bloquea y no puede liberar la activación. Lo que sucede en este caso es que esta tensión pasa a quedar retenida en el cuerpo como un patrón de rigidez al que llamamos trauma.

Metafóricamente los traumas son como volcanes energéticos cuya energía queda atrapada en nuestro cuerpo. Este bloqueo energético contiene una respuesta de lucha, huida o búsqueda de apoyo que quedó incompleta.  Estos bloqueos internos suelen ser inconscientes en tanto que la persona no pudo estar plenamente consciente durante el evento debido al exceso de estrés.

Sin embargo, tarde o temprano, después de haber vivido alguna experiencia traumática se empiezan a experimentar síntomas de malestar.  Los efectos del trauma suelen manifestarse en dos direcciones, siendo también común una mezcla de ambos:

“La sobreactivación constante: la persona queda atrapada en estados de hipervigilancia constante, vive internamente defendiéndose, aunque no exista una clara amenaza en el ambiente. Es una incapacidad para relajarse y la necesidad de estar en actividad continuamente en un intento de relajarse y sentir paz”.[2]

Desconexión de la vida: en este caso la persona manifiesta un alejamiento más o menos parcial de la vida. Existe una negación o resistencia a vivir algunas dimensiones de la experiencia humana. Dentro de esta categoría podríamos encontrarnos con fobias, depresión, bloqueo emocional, trastornos psicosomáticos.

En conclusión, el trauma sumerge a la persona en un estado de supervivencia que limita y constriñe sus posibilidades de ser feliz y vivir una vida plena.

El trauma se crea en las relaciones y necesita también de la relación para ser sanado. El trauma es sinónimo de soledad, de incapacidad para relacionarse de una forma segura e íntima con sí mismo y con los demás. El objetivo final de la terapia psicocorporal es que la persona pueda ir integrando toda su experiencia como parte de su ser.  Esta integración implica volver a expresar aquello que quedó interrumpido por las circunstancias. A veces no pudimos comunicarnos, otras no pudimos movernos, otras ni si quiera pudimos pensar. Este enfoque psicocorporal ayuda a la persona a entrar en relación con sus sensaciones para ir luego llegando a una comprensión más profunda de sus emociones y pensamientos. A medida que se tolera, e incluso se aprecian las diferentes experiencias internas vamos creando un vínculo más seguro y cercano con nosotros mismos. (Parra, 2015)

Un organismo sano es aquel que transita con flexibilidad y equilibrio los ciclos internos de tensión y descanso, de contracción y relajación. Estos ritmos como decíamos antes, son desencadenados por sensaciones de soledad, impotencia y derrotismo lo que interrumpe los ciclos naturales de flexibilidad interna.

“El trauma representa aquel lugar de nuestra experiencia donde nos rompimos y tuvimos que adoptar una postura rígida ante la vida, ya fuera la lucha, huida o bloqueo. Nuestra experiencia quedó de esta forma fijada en nuestro cuerpo y se vuelve casi inaccesible.  Para acercarnos a una zona tan dañada de nuestro ser tenemos que hacerlo de manera “pendulante” entre las zonas sanas y fuertes de nuestro ser (nuestros recursos), para luego transitar hacia los lugares heridos. En este ir y venir entre las zonas de bienestar y las zonas traumadas, la carga energética del trauma puede ir liberándose poco a poco”.[3]

Contactar y expandir primero aquello que nos genera bienestar, alegría o paz permite luego ir creando un espacio para ir ablandando y flexibilizando los bloqueos reprimidos del trauma. Cuanto más intensamente podamos experimentar el bienestar en nuestro cuerpo más rápidamente podremos acercarnos y poder liberar el trauma.  Por este motivo gran parte de la psicoterapia se dirige a expandir y crear nuevos recursos de bienestar y sentido para la persona.

Testimonio

Tras una primera pérdida, la muerte de mi madre que tuve oportunidad de procesar en terapia, pero aun en duelo, viví una segunda perdida, el divorcio, cuando acepté que mi matrimonio ya no estaba funcionando decidí separarme y con eso vinieron muchos cambios en mi cuerpo, en mi estar y funcionar en la vida.

Me sentía dividida, separada en partes que no se relacionaban entre sí, y así, tenía que seguir funcionando, a pesar de no sentirme presente, a pesar de que todo era distinto en mi cuerpo, la vida continuaba y con ella debía continuar yo también. Estaba absolutamente agotada.

Solo me daba cuenta de que sentía mucha tristeza y desesperanza, me sentía traicionada; y en un acto de sobrevivencia, me dedique a trabajar negando lo que sentía, sabía que si me enfocaba en la dimensión emocional no podría sostener mi vida y la de mis hijas, así que poca atención les puse.

Pasando los días, podía notar que vivía en una separación clara entre lo que sentía y lo que pensaba, no había conexión dentro de mí, es más la temía, no quería saber cómo me sentía, pero, como sabemos,  el cuerpo no calla, y una noche tuve un conato de infarto, un dolor en el pecho tan fuerte que despertó en mí una especie de voluntad sagital para empezar a buscar ayuda, me di cuenta que estaba crónicamente agotada y en constante confusión, había mucho esfuerzo de mi parte para no sucumbir a mis emociones y trataba todo el tiempo de sobre ocuparme para no sentir, por otra parte, había perdido toda asertividad, incluso perdí mi trabajo por ineficiencia, hacía lo posible por concentrarme pero no lograba ser productiva ni atinada. Me despertaba a medianoche ahogándome en llanto y conteniendo las lágrimas para no molestar a mis hijas, en todo me sentía contenida, enfermando y sin rumbo, pero aun así seguía con la idea de “esto ya pasó y tengo que sobreponerme” y la manera de sobreponerme era, según yo, haciéndome cargo de la vida sin hacerme cargo de mis emociones.

Dejé de estar cómoda en mi cuerpo, no reconocía mi mirada, ni mis dimensiones, era como estar viviendo sin vivir, estaba lejos de mí, estaba muy cansada siempre, sin vida, no podía comer, y mucho menos dormir; sin embargo, de alguna manera, funcionaba, seguía entrenando, iba y venía, me encargaba de mi casa, de mis hijas del trabajo… pero, me vivía totalmente fantasmagórica, lejos, era un cuerpo y nada más, un cuerpo que funcionaba por instinto y no por conciencia.

Dolores crónicos de espalda y cuello, respiración corta y de vez en vez suspiros profundos, sostenía la cabeza en alto con una gran tensión en el cuello, en esta intención de no morir, mi cabeza estaba al frente, el pecho y la pelvis guardados, inertes, las piernas y brazos se movían de manera automática sin conexión, limitándose a funcionar. Un cuerpo sin alma.

La imagen que tenía de mí misma era básicamente desastrosa, no aceptaba mi situación, estaba en contra de todo lo que sucedía, quería regresar el tiempo y vivir mi vida de familia como antes, negaba lo que pasaba, luchaba contra lo evidente, estaba acabada, enojada, era ineficiente, estaba sola, no valía nada. Me sentía vieja, fea y sin remedio.

Claro que era consciente de todo lo anterior, sabía que no estaba bien, que esa autoconcepción tenía que cambiar, que toda yo debía tomar otro camino para volver a vivir, me decidí a buscar ayuda y de primera fui a psicoanálisis, el avance era lento pero por lo menos tenía un espacio para empezar a verme, sin embargo desistí, busqué algo más adecuado para mí, estuve en una terapia de bioenergética que me ayudó a recuperar algunas proyecciones, a tener un poco de compasión hacía mí, a suavizar mi autojuicio, pero igual no fue de mayor ayuda, dejé esto y pasé a terapia Gestalt en línea, igual pude trabajar temas importantes y empezar a integrar aspectos de mi vida… a pesar de que el trabajo en Gestalt fue muy potente…no era lo suficientemente contundente como para moverme de donde estaba en ese momento, necesitaba algo más profundo, más con mi cuerpo, ya antes había probado los beneficios de trabajar con el cuerpo-mente, así que quise probar de nuevo con psicoterapia corporal.  Pues sabía en ese entonces, y más ahora, que el cuerpo no miente, la dimensión corporal ofrece mucha información, pone de frente eso que no puedo ver desde la mente, nos asalta con su verdad, no nos deja mentir ni divagar de idea en idea, le da lugar al corazón, alberga todo, los pensamientos, las emociones, las sensaciones, y pocas veces se ve atravesado por la resistencia al darse cuenta como suele pasar con el proceso mental. la construcción de ideas o la interpretación del mundo.

Todo empezó con darme cuenta de mi incapacidad para estar, para quedarme en quietud era casi insostenible; así los trabajos de arraigo y centramiento se me dificultaban, me desesperaban, me ponían además bajo el reflector de la terapeuta, llevando luz a  mi mecanismo de deflexión, algo que hago comúnmente cuando no quiero saber lo que siento ni sentir lo que pienso, quedarme en quietud fue uno de los primeros ejercicios que arrojó información para el trabajo de análisis en sesión, qué me pasaba cuando me quedaba quieta, cómo era detener el impulso de moverme, cómo sentía mi cuerpo, y cómo finalmente, podía nombrar eso que pasaba, apenas podía vislumbrar la disociación.

La buena noticia es que estos traumas no tienen por qué ser fijos y estables.  Nuestro cuerpo siempre está buscando la forma de liberar la energía retenida y autorregularse. Sin embargo, debido a las programaciones culturales y familiares podemos bloquear esta capacidad innata del cuerpo para sanar.

Poco a poco fui percibiendo mi cuerpo de nuevo, apropiándome de mis sensaciones, sintiendo mis pensamientos y pensando  en lo que sentía,  empecé a tener una intercomunicación interna, al paso de las sesiones, donde el trabajo con el cuerpo fue fundamental y por supuesto el proceso de la información que mi cuerpo me daba, me fui sintiendo más integrada, mucho más preparada para lo que iba sucediendo en mi vida, mi terapeuta fue pieza importantísima en mi proceso, por eso a continuación, expondré cinco principios básicos  que ella promovió fuertemente durante el trabajo.

Un espacio más de sentir que de pensar

Para llegar a liberar nuestro sistema nervioso, es esencial dar menos espacio a nuestros pensamientos e ideas y prestar más atención a la escucha de las sensaciones corporales. En este sentido, no le damos tanto énfasis a entender (como se espera en las terapias tradicionales), sino más bien se trata de abrirnos a vivir las sensaciones en el momento presente desde la curiosidad.  No se trata tanto de controlar las sensaciones sino de observar cómo evolucionan las señales de nuestro cuerpo. Esta exploración de sensaciones y sentimientos puede resultar extraño en tanto que no se funciona desde la parte racional que busca el análisis y el control. (Parra, 2017)

Mis sesiones, iban hacia ese lugar de liberación, primero ver, escuchar y sentir mi cuerpo, luego liberarlo a través de ejercicios y movimientos para después, con la presencia, empatía y escucha de mi terapeuta y un análisis co-creado entre ambas.

El cuerpo, un nuevo lenguaje que aprender

Este acercamiento a la escucha corporal es como si aprendiéramos un nuevo lenguaje; al principio puede resultar difícil percibir las sensaciones corporales pues a veces son apenas perceptibles. Por otro lado, aprendí a familiarizarme con palabras que me ayudaron a describir esta experiencia corporal.

Un ejemplo de palabras para describir las sensaciones podría ser:  hormigueo, tembloroso, rígido, palpitante, esponjoso, contraído, espacioso, energetizado, radiante, eléctrico, pegajoso, paralizante, peludo, vacío, vibrante, presente…

A través de la práctica fui desarrollando habilidades para afinar la percepción de las sensaciones e ir identificando palabras para describir mis patrones de activación o de descarga.

A medida que fui estableciendo un contacto más nítido con mis sensaciones y sentimientos mayor sensación de conexión conmigo misma tenemos.

Aproximación progresiva.

Cuando llevamos mucho tiempo reprimiendo nuestras emociones y sensaciones suele haber una resistencia inicial muy fuerte hacia volver a sentir. Cuanto mayor sea la carga de estrés que acumulemos, normalmente mayor es el miedo a liberarla y más necesario es ir poco a poco. Es necesario cultivar la paciencia y la compasión para que el cuerpo pueda ir retomando su capacidad de regularse.

La idea es ir ayudando al sistema nervioso a liberar la energía concentrada en el cuerpo que no encuentra salida. Sin embargo, para poder liberar esa concentración de tensión no podemos hacerlo de golpe porque podría volver a desbordar al organismo y generar una retraumatización. Es por ello que la liberación de esta carga la hacemos dosificada en pequeñas dosis y progresiva de forma que la persona pueda ir digiriendo la tensión. Es importante que el cliente, en alianza con el terapeuta, pueda avisarle cuándo siente que la carga se ha vuelto demasiado intensa.

A medida que vamos estando cómodos con la experiencia corporal vamos reconquistando nuestra capacidad de regulación. El resultado es que podemos gestionar mejor las sensaciones y emociones de nuestras vidas.

El enfoque de terapia psicocorporal es uno de los que me parece más directo y liberador para abordar el trauma psicológico.

Aunque la mayoría de las veces no somos conscientes de ello, todo lo que pensamos y sentimos en nuestras vidas tiene una repercusión en nuestros cuerpos. Cuando nos enfadamos, cuando estamos tristes, cuando sentimos miedo o alegría nuestro cuerpo reacciona y desencadena reacciones fisiológicas. Lo queramos o no, nuestro cuerpo es como una “caja negra” que registra y almacena los eventos agradables y desagradables que hemos vivido en nuestra vida en un intento para adaptarse mejor a las situaciones futuras.

El cuerpo, de forma natural, tiene la capacidad de activarse con energía para afrontar situaciones nuevas y desafiantes. Estas reacciones del cuerpo de elevar su activación o su tensión es lo que llamamos estrés o carga corporal. Si bien el estrés tiene muy mala prensa en el lenguaje cotidiano, una dosis de esta elevación de la activación es absolutamente necesaria para poder adaptarnos a la vida.

Una persona con un sistema nervioso sano es aquel que puede elevar su activación y luego puede bajarla para descansar y reponerse. Este ciclo de activación y relajación es lo que llamamos la capacidad de regulación del sistema nervioso.  Cuando nuestro cuerpo puede subir de una forma controlada la carga de estrés y luego descargarla, el organismo se puede restaurar y queda otra vez disponible para la vida.

 

Aprendí a usar mi cuerpo

Primero la respiración:

Aunque parezca absurdo, tuve que aprender a respirar, a notar como mi respiración era corta, bloqueada, el aire parecía no nutrirme, también durante el proceso pude observar que la respiración consta de cuatro fases: la inhalación, exhalación y una pausa entre ambas que son retención de aire y retención en vacío. La fase inhalatoria tiene que ver con llenarse y contener. Es una preparación para la acción. Desde el punto de vista energético es una contracción y su función es la carga. Cuando inhalo se va desde la periferia al centro del organismo. Se atrae el aire, el mundo, todo lo que me rodea. Recibimos el exterior en nuestro interior. Cuando inhalo ese aire que comparto con otros viene hacia mí y me individualizo. Me transformo en un ser con límites. La fase de retención de aire reafirma este punto, marca límites y bordes con el mundo exterior. Cumple una función energética de separación e individualización del self. La fase exhalatoria tiene que ver con rendirse y soltarse. Desde el punto de vista energético es una expansión y su función es la descarga. Cuando exhalo se va del centro a la periferia del organismo. Emocionalmente la espiración está relacionada con las pulsiones agresivas y sexuales. Cuando exhalo saco el aire de mi organismo y lo comparto con los demás. Psicológicamente está relacionado a la pérdida de límites. Cuando la espiración es completa es equivalente a una rendición del cuerpo. El hecho de permitir salir el aire de los pulmones puede ser vivido como un abandono al autocontrol. La fase de retención en vacío es la pausa respiratoria que realizamos luego de la espiración profunda hasta que el organismo necesita nuevamente oxígeno.

Ahora sé que la respiración es un recurso inagotable, respirar bien, también me ayuda a estar, a sentir, a contactar.

Escuchando al cuerpo:

Entrando en materia de los ejercicios corporales que utilicé en mi proceso quiero apuntar algunos de los más efectivos:

Alexander Lowen propone una serie de ejercicios expresivos que ayudan a “sacar” sentimientos, dice que los sentimientos son la vida del cuerpo igual que los pensamientos son los de la mente.

Los sentimientos surgen como impulsos o movimientos espontáneos procedentes del núcleo del ser. Suprimimos los sentimientos y restringimos la viveza o motilidad del cuerpo. Trabajar con la expresión del sentimiento me ayudó a entrar en contacto con aquellos que había sido suprimido y que ya en la sesiones de psicoterapia pude ver, elaborar e integrar.

Arraigo: también llamado grounding o enraizamiento, es un ejercicio sencillo y muy útil para tomar contacto con las sensaciones corporales y dejar aparcados los pensamientos.

Es increíble la potencia  y los beneficios de esta postura, en un principio la lucha fue contra la imperiosa necesidad de movimiento, no podía quedarme quieta, mientras estaba ahí me daban ganas de correr, venían a mi todo tipo de sensaciones y emociones en su mayoría incomodas, en la sesiones mi terapeuta me invitaba a dejarme estar, a dejarme sentir, con su compañía cada vez iba logrando mayor quietud, y mayores posibilidades para sentir, su presencia me ayudaba bajar la ansiedad y el miedo lo que me ayudó a tocar mis emociones, dejarme sentirlas y así transitarlas para finalmente integrar la experiencia.

Perchero: ejercicio de descarga partiendo del arraigo.

Otra sorpresa con este movimiento, sanador, liberador y relajante, también mueve emociones, también da información.

Descarga vibración: partiendo del arraigo y llevando las manos hacia la zona de los riñones, tal como muestra la imagen, existe un punto en el que surge una vibración no intencional, el cuerpo empieza a hacer lo suyo, a descargar tensiones a través de un movimiento involuntario constante, el cuerpo despierta y nos habla… para mí, esta posición fue un bálsamo, pude soltar tanto y recuperar vitalidad.

Expresando Ira y fuerza: otro de los ejercicios de descarga; una vez que pude sentir la ira, el enojo y mi fuerza, mi terapeuta me motivo a “sacarlos” a través de un ejercicio de golpes a un colchón, siempre acompañado de mi respiración y articulando algunas palabras o gritos, de esta manera la liberación se daba en todos los sentidos, tan potente como los otros me brindo muchísima paz.

 

La experiencia integradora

Sin duda; la presencia, empatía, profesionalismo, y acompañamiento de mi Psicoterapeuta ha sido un recurso invaluable en este viaje hacia el autoconocimiento, las técnicas de apoyo y dirección de la Psicoterapia Humanista Corporal han tenido un efecto sanador en mi vida.

Haber pasado por este proceso me regaló la sensación de la integración, esa conexión de la que he hablado tanto, esa gracia de tener en línea mis pensamientos con mis emociones y mi acción ha sido una de las recompensas de un trabajo consciente y comprometido por mi parte y por la de aquel que estuvo frente a mí, semana con semana ayudándome a encontrar un camino hacia la salud.

Por un lado, el discurso hablado, por otro lado, lo que solo se puede vivir en el cuerpo y cuyas palabras descubrí durante el proceso, todo eso se dio lugar en cada sesión, mi cuerpo habló con fuerza y contundencia, me permití sentir y volver a sentir sin temor a morir, sin temor a dejar de ser lo que alguna vez fui. Regresé a casa y tomé mi vida en mis manos.

 

Reflexiones finales

El trabajo corporal forma parte de la psicoterapia integrativa teniendo en cuenta al organismo en su totalidad y no simplemente su pensamiento o emoción a través de la voz o de la acción.

La expresión corporal como fuente de información psíquica, la expresión de las emociones a través del cuerpo junto con los beneficios psicológicos del ejercicio físico y del apoyo emocional en los pacientes nos conduce a la conclusión de que la interacción mente-cuerpo es un tipo de relación interdependiente.

“El psicoterapeuta tiene que no temerle al cuerpo, tiene que saber que se puede contar con él, porque está hecho de tal modo que es óptimo para lo que de él esperamos. Para que realmente podamos facilitarle a otra persona que se conecte con su cuerpo, tenemos que empezar a vivenciar el propio” (Adriana Schnake).

Para cerrar este artículo me gustaría señalar que en el proceso terapéutico la llamada integración no sucede solo una vez en la vida, y este no es el final de un proceso, siempre estamos en movimiento y siempre podemos ir descubriendo aspectos desintegrados, eventos no vistos, experiencias no procesadas, el trabajo terapéutico es constante, y debe ser voluntario.

 

Bibliografía

  • Chias, M. y Zurita, J. (2010) Emocionarte con los niños. Sevilla: Desclée de Brouwer.
  • Gallwey, W.Timothy, (1997) El juego interior del tenis. Barcelona. Sirio
  • Lowen, A. (1985) El lenguaje del cuerpo. Barcelona: Herder
  • Rolf, Eric. (1997) La medicina del alma. Valencia: Terapion
  • Sarno, John E. (1998) Curar el cuerpo, eliminar el dolor. Málaga: Sirio
  • Schnake, Adriana. (1995) Los diálogos del cuerpo. Santiago de Chile: Cuatro vientos
  • Scnake, Adriana. (2001) La voz del síntoma. Ed. Cuatro vientos
  • Apuntes del módulo “La incorporación del cuerpo al proceso terapéutico” del Master de Psicoterapia Humanista Integrativa. Instituto Galene de Psicoterapia (2012).
  • Salvador, Mario C. (2012) “El guión de vida en el cuerpo: las decisiones somáticas y abordaje terapéutico para su intervención”. Master Psicoterapia Humanista Integrativa. Instituto Galene de Psicoterapia

 

[1] García, Adriana,  Jaramillo Luz (20189, Claves que subyacen en el método autobiográfico ¿dispositivo de investigación en ciencias sociales?, pag 67.

[2] PARRA IGNACIO, El trauma y la terapia psicocorporal, pp 37 a 58. España 2015

[3] Parra, opcit. Pag 92

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