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Entrevista realizada a Marilenca Bailey Jáuregui por la revista Singular

Entrevista realizada a Marilenca Bailey Jáuregui por la revista Singular

POR VICTOR URIBE ILUSTRACIONES ALDO JARAMILLO

Podría decirse que el bienestar físico ocupa un sitio distinguido en las preocupaciones sociales; sin embargo, la actual devoción por el cuerpo suele ignorar las diversas sensaciones con las cuales el organismo comunica sus necesidades y responde a las exigencias de la vida cotidiana.

Se suele decir que hay que escuchar al cuerpo, y la recomendación parece obvia en esta épo¬ca caracterizada por las dietas, el ejercicio y la apariencia saludable. Pero, si somos sinceros, habría que reconocer que hay un analfabetismo corpo¬ral que domina nuestra cultura. Este desconocimiento arrastra consigo una estela de insatisfacción, frustracio¬nes y enfermedades potenciales, pues, a fin de cuentas, el físico es la raíz que nos ata a la vida.

A pesar de que el cuerpo es nuestro asiento en el mun-do, desde la niñez aprendemos a no atender sus deman¬das y a ignorar sus avisos. Pensemos en las molestias estomacales que acompañan la obligación de hacer algo que detestamos o en la tensión que se aferra a nuestra espalda durante una temporada estresante de trabajo. ¿Cuántas veces no minimizamos o silenciamos estas respuestas en lugar de indagar la fuente del malestar? O bien, buscamos sensaciones fugaces que nos ayuden a sepultar la angustia, el enojo o el temor, sólo para ver cómo dichas emociones terminan resurgiendo en nues¬tros actos y ofuscando nuestras decisiones.

El vínculo entre las emociones y el cuerpo se observó desde la antigüedad, pero el énfasis moderno en la razón desterró las explicaciones que los hermanaban. Antes se creía que los sentimientos inestables provocaban un des-equilibrio en los humores, lo cual era causa de diversas enfermedades. Mente y organismo eran las dos caras de una misma hoja en la que el individuo escribía su histo¬ria. Tuvieron que pasar cerca de tres siglos para que la psicología y la medicina contemporáneas rescataran las relaciones psicocorporales y señalaran la función de las emociones como reguladores de nuestras experiencias.

EMOCIONES: LA BRÚJULA DE LA VIDA

En cuestión de horas, incluso de minutos, nuestras emo-ciones pueden cambiar de la alegría al enojo, de la ternura a la violencia. El claroscuro de esas respuestas suele des-concertarnos y, muchas veces, nos hace temerlas. Pero, ¿qué son? Para Marilenca Bailey (directora del Instituto Humanista de Psicoterapia Corporal Integra), las emo-ciones son la voz de las necesidades. Su función primor-dial es ayudarnos a sobrevivir, pues nos indican si la si-tuación que enfrentamos es segura o si es mejor alejarnos. ¿Y cómo lo sabemos? Mediantes las señales del cuerpo: “Hay una sensación física que me empieza a decir quítate de ahí’, o no estás en buen lugar o en buena compañía”.

Por desgracia, la búsqueda incesante de experien¬cias y posesiones en la que estamos inmersos termina por aturdir nuestras sensaciones y con ello dejamos de acceder a los sentimientos. Al no entrar en contacto con ellos, perdemos de vista nuestras necesidades rea-les y, como señala la fundadora del Instituto Integra, “nos convertimos en este ser ideal para el statu quo que siempre estará incorporando necesidades de todo tipo:

Tener quince suéteres azules, catorce coches. Todo esto es muy factible cuando no tengo mis necesidades claras, desde donde puedo decir que eso es absurdo, que me quita calidad de vida en vez de dármela”.

Para la maestra Bailey es indispensable aprender a dis¬tinguir entre lo que de verdad requerimos y lo que se nos exige socialmente. Cuando uno comienza a discriminar entre lo esencial y lo frívolo no sólo inicia un camino de autoconocimiento, sino también de autorregulación. Si este termostato interno no funciona, entonces nos asal¬tan las neurosis, la infelicidad y la dependencia a perso¬nas, objetos, o incluso al estatus. Quien ignora o teme sus emociones, corre el nesgo de distorsionarlas, ya sea exagerando su importancia o negando su valor. Muchas personas prefieren reprimir su enojo, ocultar su tristeza o diluir su angustia abusando de sustancias, con costos cor¬porales elevados y síntomas corrosivos, como la gastritis, el insomnio, los dolores de cabeza y, en el peor de los es¬cenarios, alguna enfermedad mortal, como el cáncer.

INVERSIÓN SALUDABLE

Para la psicooncóloga, Alicia López Córdoba, todas las emociones tienen un aspecto positivo y uno negativo. La cara luminosa del miedo, por ejemplo, nos impulsa a cuidarnos y a ser cautos; su lado nocivo, por otra parte, nos aturde y paraliza. Cuando la pérdida de equilibrio emocional se intensifica o se extiende por largos perio¬dos, los sistemas nervioso y hormonal se alteran, lo que provoca un desbalance fisiológico que vulnera las de¬fensas del organismo y lo deja expuesto a enfermedades que en otro momento hubiera enfrentado rápidamente, como sucede con los resfriados que de pronto nos atacan cuando atravesamos una época de estrés severo.

Acostumbrados a subestimar el papel de las emo¬ciones, perdemos de vista la influencia decisiva que tienen cuando enfrentamos enfermedades graves o situaciones difíciles, como una separación o la pér¬dida de un ser querido. En casos extremos, como el de los pacientes con cáncer, la maestra López se¬ñala cómo la “inversión saludable” (el cuidado físi¬co y emocional a lo largo de la vida) es un factor que contribuye a mejorar su recuperación; “He tenido gimnastas olímpicas, maratonistas, competidores de triatlón con padecimientos graves, y su cuerpo responde muy valientemente porque sacan la inversión de salud. Al reincorporarse a sus actividades hay un cambio significativo, pues valoran más la vida”.

Cuando nos percatamos de la influencia vital de las emociones en el cuerpo, es inevitable preguntarnos cómo rescatar ese vínculo olvidado y de qué modo incorporar¬lo para mejorar nuestra calidad de vida.

EN BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO

Ante el ritmo imparable de la sociedad, Marilenca Bai- ley señala que se vuelve necesario hallar un tiempo para escuchar y asimilar el mundo personal relegado, a fin de “devolver a las sensaciones, sentimientos, necesidades y emociones su verdadera proporción. No significa repri¬mirlas ni idealizarlas y que sean las reinas de la fiesta, sino darles su lugar en la mesa para que a partir de ellas podamos tener estas herramientas para vivir con calidad y creatividad”.

¿Por dónde empezar esta búsqueda de bienestar? ¿Qué tal si comenzamos por aprender el abecedario del cuerpo, pues cada letra de sus sensaciones nos ayuda a construir el idioma íntimo de nuestras emociones? Sin este lengua¬je personal, ¿cómo podemos expresar las pasiones que de verdad nos mueven o cómo nos dirigimos al mundo sin repetir a ciegas discursos ajenos? A final de cuentas, para vivir esta vida plenamente hay que empezar por habitar este cuerpo.

AGRADECIMIENTO ESPECIAL

MARILENCA BAILEY JAUREGUI
DIRECTORA FUNDADORA DEL
INSTITUTO INTEGRA
Instituto-integra.com

ALICIA LOPEZ CORDOBA
PSICOONCOLOGA

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